jueves, 15 de diciembre de 2011

SER CAUTOS EN LA AMISTAD

La amistad es la expresión más pura de amor. El amor es sin duda un don divino y cubre todos los espacios que la persona humana requiere para su propia felicidad, y siendo éste un regalo del Creador, merece ser cultivada en todas las actitudes de nuestra vida. Pero la amistad, no tiene valor ni precio cuando está sobre esos sentimientos.
Cuando entra en el corazón la amistad, se establece un sentimiento distinto, pero no por ello exento de las virtudes del amor que los hace iguales en esencia pero diferentes en la finalidad.
Jesús, que es verdad y vida nos dice en su Santo Evangelio: “No hay mayor amor que el que da la vida por sus hermanos”. Dar la vida por los amigos, es en realidad un acto de sublime expresión superior al amor común, nos habla de un sentimiento mayor, de un estar dispuestos con mucha mayor fuerza a entregar más de lo que usualmente se suele dar.
Dar es la palabra exacta. Dar y Darse sin medida en ambas situaciones con distinta finalidad, llegando a converger ambos en un mismo fin. La expresión más pura del amor y el amor en toda su esencia.
Aún cuando el amor y la amistad son hermosos en sentimientos, producen heridas profundas cuando no hay correspondencia. Son sentimientos tan fuertes, que al sentir que nos han fallado, nos obligan a asumir primeroamente una actidud de defensa y con mayor reflexión en una acción de franca humildad, como lo es el perdón.
Ese dolor clava el alma. En el amor, duelen el desamor y la traición; en la amistad, el sentirse utilizado aprovechando los buenos sentimientos. Las heridas interiores siempre dejan huella, atormentan y consumen, y complican la existencia terrena.
Perdonar y olvidar debieran ser la fórmula precisa para alcanzar la perfecta armonía para dar cura al dolor. El amor y la amistad deben ser cultivados en una buena y justa relación. El amor de pareja en el matrimonio es el complemento perfecto para alcanzar la mayor felicidad y proyectarla a los hijos. La amistad entre las personas, es un complemento paralelo, por que nos permite sentirnos útiles, procurando una entrega incondicional. Decíamos que cuando este sentimiento no es recíproco, se cae en la desilusión, sobretodo si creemos que Dios ha estado presente en esa magia de encuentro de los sentimientos, como virtud que nos ha permitido abrir esa puerta del corazón para otorgar sin medida ese bello sentimiento. Pero cuando esa virtud se utiliza como medio para manipular y solamente recibir, sangra silenciosa el alma, hasta que viene el tiempo, inexorable en su implacable cabalgar a curar la herida dejando por cierto, la huella indeleble de una cicatriz, que olvidada y oculta, permanece allí, hasta el fin de nuestros tiempos.
Amar es divino, perdonar también lo es. La amistad tiene un valor inconmensurable, sin medida, pero es un amor frágil. Si no hay pureza mal se puede otorgar a quien no la merece recibir.
La vida es corta, siempre es bueno aconsejar, sobretodo en el fortalecimiento permanente de la vida de pareja en que dos personas deciden unirse para construir su propia felicidad en el cultivo mutuo del amor.
Es bueno tener amigos, pero hay que ser cautos. No siempre les querrán por lo que son, sino más por lo que tienen o representan o sencillamente por propios intereses. Eso no es amistad. Esos amigos, sencillamente no valen la pena, son “flor de un día”, que ilusionan con su aroma, que encienden chispas en el corazón, que alegran por un momento la vista o por que crean expectativas de confianza, pero que duran desde una salida de sol, hasta el crepúsculo de esa misma, donde finalmente fenecen y desaparecen, hundiéndose en las profundidades del olvido de la noche dejándonos, lamentablemente, la marca imborrable de un injusto rictus de dolor.
Así es la naturaleza de esas amistades de alma vacía. Es siempre mejor evitarlas sin juzgar y rápidamente emprender otros caminos, donde se podrá alguna tarde comenzar de nuevo, siendo cautelosos con la lección aprendida y cultivar con esperanzas, una nueva y sincera amistad.

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