miércoles, 7 de abril de 2021

"PELITO DE CHOCLO"

 

“PELITO DE CHOCLO”

Carlos Garcia Banda


















(Se agradece a Pepita Madrid de Salamanca sus aportes.)

Para quienes  han participado de las comunidades  Franciscanas de Antofagasta, Copiapó, Parral y Salamanca, o aquellos que han tenido la feliz bendición de participar en esos llamados espirituales e inesperados que a veces hace el Señor a través de los “Cursillos de Cristiandad”, en los cuales participó activamente y en toda su vida el Padre Fernando Terweduwe De Preter, o simplemente de aquellos que solamente le vieron caminar con sus sandalias sencillas por todas las calles, siempre humilde,  donde dejó  estelas de bendiciones y buenas obras, sabrán entonces que en esta mañana de tristezas y congoja, sentimos en el fondo del corazón la inevitable partida de un hombre Santo, que pasó entre nosotros, como un amigo y enviado  de su Hermano Jesús, pues su vida fue toda basada en la difusión y práctica del Evangelio, y con esa agua viva,  regó los  corazones áridos de muchas personas , para hacerlos florecer  con su lluvia de amor y su santa comprensión.

Esto es más íntimo, pero frente a un hombre Santo y justo, inclinamos le cerviz con sencillez: Quienes alguna vez nos confesamos de nuestras andanzas humanas y  terrenales, y lo hicimos como un libro abierto, sin temores  de ningún  tipo,  recibimos en esas ocasiones, su Santa Absolución, bendecido por sus grandes manos, y sin siquiera recibir un justo castigo o penitencia, pues su  palabra y voz eran de perdón, misericordia  de Jesús en su azul mirada,  y de la más absoluta y real comprensión.

Nos dejaba “livianitos” de  esas basuras humanas que a veces nos llenan el alma de complejos, de rencores, de temores,  odios y venganzas, de vergüenzas y hasta con deseos muchas veces de  faltar los santos Mandamientos, pero que gracias a ese Sacramento de reconciliación tan austero, simple y sincero, te dan las alas para  volar en majestuosidad y libertad bajo estos cielos azules terrenales,  tan limpios, descontaminados de la maldad humana,  y donde has podido entonces sonreír con amor, porque te has liberado de tus cargas innecesarias y sientes que tienes esa nueva oportunidad de recomenzar libremente en Gracia directa con el Maestro, y sentirse su apóstol,  su seguidor, para  amar a todo el mundo, sin odios  y  cantar la felicidad de la presencia del único Jesucristo que debe siempre vivir en tu corazón, haciendo realidad el sueño de un mundo mejor.

En lo “Pastoral”,  la  hermandad Franciscana sabe muchos de lo que hizo el querido sacerdote  Padre Fernando. No me corresponde a mi  hablar  de sus acciones en bien de sus hermanos o de sus actos en su comunidades,  pero  en esos “Cursillos” que vivimos, con tanta intensidad, con tanta pasión y con abundancia  rebosante de amor,  nos hablaba en su lenguaje extranjero,  como buen “campesino gringo” nacido en su amada Bélgica, de las más hermosas virtudes del amor,  en esos pueblos de su juventud azotados  muchas veces por la guerra, con pobreza extrema,  con muchos sufrimientos y abandono y en medio de esa quebrada sociedad, decidir abrazarse a  una vida consagrada por siempre a Dios. Venirse en  barco a Chile,  como Misionero  a evangelizar nuestras tierras, le permitieron comenzar una vida de “Santo”; Fueron sus ásperas manos, grandes como  su alma, las que parecían ser toscas con  cicatrices profundas dibujadas por su amor al trabajo y la madera,  de uñas gruesas y  dedos  robustos , fortalecidos por los ejercicios de la pala y la picota, o el corte de los troncos o de los  golpes de sonoros martillos,  las que  levantaron  en la soledad de los terrenos, humildes pero  hermosas pequeñas “catedrales” de maderas para “su” Señor,  y que con Santa alegría de conseguir sus metas,  alguna vez  jaló, con su fuerza inmensa  de cura bueno y de fuerza desmedida,  la gruesa cuerda que agitaba la campana para llamar a sus fieles a la Santa Misa,  en la bulliciosa onda de sonidos de un nuevo y recién erigido  campanario.

Era un hombre  que  no solo era “de bien”, sino que  Santo que irradiaba una sonrisa que nos dejaba a los humildes mortales, ensimismados, envueltos en un manto de luz, que nos llegaba al corazón, porque veíamos en él la única verdad del cielo. Era  el hombre de las canciones humildes y sencillas, que se permitía y daba el “lujo” de tomar un tema de moda de Los Beatles, por ejemplo,  y sin consentimiento  alguno, sólo el de su alma,   ponerle letras acordes con la música y que mágicamente transformadas nos llevaban  a los caminos de Cristo.

Son muchas sus creaciones, muchos sus poemas,  y muchos sus versos.

Cantar era su mejor forma de evangelización. Nos hablaba en esas mismas dulces y pulcras canciones, del hermano viento,  de la hermana lluvia, del hermano lobo. No conocí a San Francisco, pero al mirarlo, él lo era; No hemos conocido a Jesús,(Salvo su Espíriu Santo),  pero él, también lo era; no hemos conocido el cielo, pero él estaba con nosotros como uno de sus ángeles;  No hemos visto tanta perfección y compromiso humano en la vida de tantos consagrados, pero el poseía todas esas hermosas virtudes.

No es fácil hablar de alguien a quien conocimos en su mayor vocación de amor, entrega y ejemplo. Muchos que le acompañaron en su camino,  y pudieron  testimoniar a Cristo en sus gratas y amenas conversaciones con él, podrán decir muchas cosas, por cierto más interesantes y de mayor valor. Yo me limito, con humildad e ignorancia extrema,  a  mis “Tres días del Cursillo”, donde su presencia, fue fundamental para conocer a Cristo; Un Cristo “vivo” entre nosotros; Un Cristo “humano” y “Divino” .

Sabemos que vendrán muchas historias porque  todos queremos y necesitamos decir “algo” sobre el Padre Fernando. Así ocurre cuando alguien que pasa por nuestras vidas  y se ha quedado en el corazón, todos queremos sentirnos con  el “derecho” de decir algo, para que los demás piensen también, que algo bueno o santo de él guardamos en nosotros, y que  fue también nuestro mejor amigo.

Pero el “curita” Fernando,  no tenía preferencias por nadie en su Santa justicia;  era un poco como el mismo Jesús: “Nos amaba y perdonaba  a todos”.

El pueblo de Salamanca llorará la ausencia de su cura, el auténtico “CURA DE MI PUEBLO”, como lo describe “Pepa” Madrid, parroquiana de   Salamanca y amiga  con su familia del Padre Fernando. Ella publicó en su red, una foto saludando al Padre y  expresando que   la había bautizado alguna vez, y acompañado hasta hoy en su adultez,  reconociéndolo como el buen y amoroso Padre y amigo de la familia, cuya vida y actitud, se quedarán grabadas en sus corazones trayendo su memoria cada vez que enonen…”Cura de mi pueblo que en tus oraciones,    uedo grabado en nuestras canciones infantiles, y que de verdad  regalaba santitos y respetuosamente nos hacía cariño.

Salamanca le otorgó con mucho cariño y por sus méritos ciudadanos, a través de su Municipalidad,  las “llaves del pueblo”, unas llaves, según me contaba Pepita, que eran sólo un meritorio reconocimiento a los nacidos allí ; pero el Padre Fernando, hijo adoptivo de esa tierra, fue y ha sido, con extrema consecuencia y  ejemplo, la  única excepción. En esas llaves  se reflejaban el sentimiento más puro de la gente humilde, trabajadora, del campo, de la oficina, de la gerencia de la ciudad, del aseoo lo que sea. El cura de todos, con todos y para todos.

Anoche rezábamos en distintas comunidades. Yo  llevé mi oración a un grupo que lo hizo desde  la “Coronilla de la Misericordia” desde México. En las comunidades de Cursillo y en las parroquias sabíamos de su  enfermedad de última hora,  y entendíamos que daría hasta el último minuto su valiente lucha frente a la dificultad, pero no nos cabe dudas que no fue empuñando una espada, sino más bien un Rosario  para pedir a Dios, que se  “haga su voluntad”, y en eso fue acompañado en oraciones y presencia de sus Hermanos Franciscanos. En nuestras oraciones pedimos por nuestro Padre Fernando y también por todos aquellos enfermitos, laicos o no, católicos o no,  creyentes o no, que han partido también en este último tiempo producto  de otras enfermedades presentes en esta emergencia ambiental: el  “infame” virus.

Teníamos esperanzas.

“El Pelito de choclos”, como le decían sus amigos y hermanos, como le  nombrábamos con cariño y respeto los que alguna vez estuvimos cercanos a su formación  de evangelizador, se ha ido esta madrugada, con su sonrisa en los labios, con sus manos grandes, con sus inmensos pies,  con sus  sandalias, llenas de polvo de caminatas para servir  a sus fieles  en los campos o ciudades, donde él cultivaba  el Amor de Jesús, y donde auxiliaba espiritualmente a todos quienes se lo pidieran con profundo comprensión , comprensión y generosidad.

 Cuando llegó a Antofagasta, dejó llorando a todo un pueblo. Cuando volvió, fue recibido como ese héroe que vuelve a morar entre sus amados feligreses.

Nosotros tenemos hoy  en el corazón sus canciones,  de profundo amor a sus hermanos, de entrega incondicional  a Jesucristo y sus acciones de justo evangelizador. El ”Pelo de Choclos” salió una tarde  a pasear el crucifijo de su iglesia, en medio de la plaza para protestar en silencio por la algarabía y fiestas  no acordes a la celebración silenciosa y de recogimiento de una antigua Semana Santa , recodando con su valentía y actitud, los “mercaderes del templo” en el tiempo de Jesús, reclamando su justo derecho de pedir respeto y silencio y su derecho de mantener  una jornada de silencio por esa santa celebraciòn.

Su presencia calmó las pasiones,  porque la gente le quería y respetaba, y nunca usó una violencia innecesaria, sino más bien una presencia silenciosa y santa, apoyándose siempre en el madero del amado Nazareno.

La Santidad no es fácil. Es un largo camino. Se construye con acciones  y  en el servicio  a los hermanos.

Muchos claman y rasgan vestiduras y muchas veces no somos dignos  de amarrar la correa de “sus sandalias”.

Humildad, es la palabra que  mejor describe la vida de nuestro querido Padre Fernando, puesto que dedicó su vida entera a perdurar y hacer vida en todas sus acciones  la obra de Jesús.

Su constancia y perseverancia, en medio de los problemas de la vida, nunca le impidieron cultivar en sus fieles la esperanza,  y entonces sabemos de verdad que hoy , no solamente ha sido recibido por los ángeles, que lo conducen a la morada Santa,  sino que  hay una gran fiesta en el cielo, y nosotros humildes pecadores,  quisiéramos abrazarnos a sus ejemplo y pedir que  nos enseñe siempre con su ejemplo, la verdadera fórmula que nos puede llevar a esa soñada Santidad. Pero eso requiere entrega, amor, perdón, oportunidad, alegría, servicio, tolerancia  y compromiso de un amor que  es  solamente de y para Dios.

No puedo dejar de nombrar el hecho de que con sus 90 años,  era muy entretenido y tecnológico. Usaba perfectamente los videos conferencias o videos llamadas para charlar con cualquiera de nosotros, con sus propias amistades y con los hermanos de Cursillo, siempre sonriendo y orando por nosotros.

En el Cursillo Nº 160, (el último, antes de la Pandemia)  en el que participó en este importante llamado, y en el cual el equipo  con el apoyo de un hermano anónimo,  hizo posible, a través de los esfuerzos económicos necesarios,  para traerlo a compartir su vida  con los nuevos  Cursillistas. Eso fue para nosotros la mejor bendición que hayamos  podido tener.  Carlos y Leyla, lo acogieron, lo recibieron, lo  trasladaron y lo hicieron parte de su familia por esos benditos días, en que  pudimos ver nuevamente  la presencia real de Jesús entre nosotros y donde pudimos gozar de la presencia física del Propio Cristo en la Santa Eucaristía…

Finalmente, parte de la letra de la canción que nos unirá  por siempre  a su grato recuerdo…

Cura de mi pueblo, Que en tus oraciones, A Dios siempre ruegas, Por todos nosotros. Cura de mi pueblo, Cuando yo era un niño, Me dabas santitos, Me hacías cariño……

sábado, 3 de abril de 2021

SÁBADO SANTO....

 

(Esperando la Resurrección…)
…Y en el sepulcro, en lo oscuro y lúgubre, en medio del fuerte olor a cal con que se desinfectaban esos lugares de entierros mortales, en la inmensa mole de piedra que sellaba ese lugar de descanso definitivo de los cuerpos hasta su descomposición, para luego ser limpiados y desinfectados y vueltos a utilizar para esos fines fúnebres, allí llegaron las mujeres muy de madrugada, temerosas, dubitativas, llenas de dolor y espanto por la partida del Maestro, y fueron esas mujeres, seguidoras de Jesús, apóstoles silenciosos y comprometidos, las que vieron la luz que emanaba de ese socavón tallado en la roca del cerro, y en ese cuadro de soledad y frío amanecer, el Ángel guardián les anunciaría: “No está aquí, ha resucitado”, constituyendo ese lugar de hedor y muerte, de polvo, abandono y olvido, en un espacio santo, donde pudo comprobarse la verdad anunciada por el mismo Jesús, siendo Él la “luz” de la esperanza, surgiendo en ese “Tercer día” como respuesta verdadera de que en esa hora “reconstruiría su templo” trayéndonos definitivamente y hace más de dos mil años, la esperanza de que podemos construir un mundo donde reine verdaderamente la sociedad del amor, del perdón, de la oportunidad, de la aceptación de todos como somos, y que en definitiva nos hará libres al fin regalándonos el mayor bien del hombre que nos ha dejado el Galileo. LA PAZ.