miércoles, 18 de enero de 2023

A cinco años de la visita del Papa Francisco.

 


A cinco años de la visita del Papa Francisco al Norte de Chile

                 En enero del año 2018,  como comunidad perteneciente a la Parroquia “Nuestra Señora de Guadalupe”, y con la participación  entusiasta de un grupo de integrantes activos participantes del Santuario de Schoenstatt  de Antofagasta, participamos en lo que pensamos sería la más hermosa aventura que hayamos tenido la ocasión  de vivir como lo fue la  sacrificada ida  en la noche  a la ciudad de Iquique,  para esperar ansiosos la oportunidad única de nuestra vida  como lo fue el estar cerca  del representante de Pedro  y  conductor de la Iglesia, su Santidad el Papa Francisco.

     Los preparativos previos fueron, como todo, de esfuerzo sobre todo para los organizadores de nuestra Arquidiócesis, pero además para las comunidades parroquiales, y movimientos  y  personas que sintieron algún interés de no perderse esta gran oportunidad de sus vidas.

     Los más, se fueron en caravanas de vehículos particulares los días previos a la ciudad de Iquique, para tener con tiempo alguna reserva de alojamiento o para cobijarse en la casa de algún familiar. Los más sacrificados de siempre, con la idea de compartir esta experiencia y viaje, lo hicimos, con nuestras mochilas, cargadas de agua, abrigo  y algo de comestible para el camino, (el mínimo de ropa de cambio),  para   irnos en comunidad   cantando, orando y viviendo en un ambiente de gran espiritualidad, ese encuentro con su Santidad.

     En ese tiempo la iglesia, estaba siendo atacada por muchas  situaciones contingentes, en las que primaron  con mucha incertidumbre los temas  de la presencia del  entonces cuestionado Monseñor Barros, que estando acusado de graves situaciones de abuso, permaneció vigente, sin tener la delicadeza de  anunciar o renunciar, y justificar alguna ausencia en honor a la visita del Santo Padre,   y prefirió ser el más importante protagonista del momento, haciéndose presente en todos los actos de la visita del Papa, lo cual afectó, sin duda,  este gran acontecimiento, con el desagrado de muchas personas que estimaron una imprudencia en su desempeño , lo cual opacó la visita y presencia del Santo Padre entre nosotros.

     En lo particular, en cuanto a traslado, nosotros como comunidad hicimos dos grandes grupos y tuvimos que anexarnos como pasajeros de un bus que pasaría por la Parroquia a las 19:00 hrs. aproximadamente en el cual venían feligreses de otras comunidades.

     La espera fue bastante larga, y ya muy tarde, casi a las 22 hrs., aun no teníamos ese transporte, el cual por supuesto ya habíamos cancelado y contratado.

     Finalmente, en medio de la oscuridad y la incomodidad, el transporte llegó a buscarnos a la Parroquia. Nos subimos comprobando en el acto la condición de ser un bus de mediana condición mecánica e higiénica,  bastante ruidoso y a muy “mal traer”, incomparable a los buses que ofrecieron mejores servicios para el traslado de peregrinos a la zona de Iquique.

    Y partimos a la aventura, junto a los matrimonios del Santuario, con la idea de que cantaríamos y rezaríamos masivamente en medio del entusiasmo de esta aventura espiritual.

     Pero otra cosa es con guitarra.

     La primera impresión al subir al bus de transporte fue de frialdad, incomodidad, ninguna idea de rezar, menos de cantar ni compartir en comunidad, cada cual preocupado de sí mismo y acomodándose a sus propias necesidades. Fue desde allí, para mi   gusto y opinión, malo.

     La incomodidad del viaje recién iniciado, el ruido ensordecedor, la   pésima conducción hacia Tocopilla inicialmente y enfrentarnos a la primera “panne” del bus, nos obligó a bajarnos recién salidos de Antofagasta en medio de la pampa y esperar un segundo bus de transporte que nos llevaría a Iquique.

     Lamentablemente todo lo que se planifica mal, sale mal, y esta no fue la excepción.

     Mucha gente quiso disfrutar de esa corta estadía nocturna en un campo llamado “Lobito” en la espera de que amaneciera temprano y en ese ambiente de alabanzas y de oración esperar al Santo Padre.

     Pero no todo lo que brilla es oro.

     Después de cambiarnos de bus por que el primero presentó problemas mecánicos, aparte de la pésima condición del mismo, partimos en un segundo bus que no tuvimos ni siquiera la posibilidad de inspeccionar su calidad, solamente agarrar los pertrechos y sentarse a como diera la suerte. 

     Con la guitarra que ya  a esa altura de la noche era un estorbo, con una  mochila cargada de ropas de abrigo v bebidas y colaciones y hasta con una silla plegable de playa, porque llegaríamos a un  terreno donde seguramente no habría ni piedras para sentarse, partimos a esa  aventura rezando en silencio, cantando en silencio, y ofreciendo todo ese esfuerzo en silencio, lo que nos llevaría a participar, además en esta experiencia espiritual,  como Ministro Extraordinario de Comunión, habiendo participado en las respectivas preparaciones y catequesis, y estar preparados   para impartir la Santa Eucaristía que oficiaría el Santo Padre y a la cual los cálculos más optimistas decían que iría un público aproximado de 250 mil personas.

     La llegada en medio de la noche, fue caótica. Nos dejaron en las cercanías de un lugar cercano a una playa a muy altas horas de la madrugadas; tuvimos que bajar del bus, y desde ese lugar caminar por la arenas,  en un sendero interminable, en un  terreno que nadie podría constatar ni verificar su consistencia pero que al caminar en él, se enterraban desesperadamente nuestras sandalias ya llenas de piedrecillas que causaban gran dolor, comprobando que no íbamos preparados para enfrentar ese camino infernal de noche, sin luces y mirando  hacia la lejanía, donde algunos focos y luminarias nos señalaban un lugar de entrada.

     Caminamos como 40 minutos con distintos grupos de peregrinos y tratando de no perdernos con los más cercanos de la comunidad, hasta que definitivamente quedamos un par de peregrinos solitarios  avanzando  a tientas en esa noche del 17 de enero de 2018,   arrepentido de habernos entusiasmado en ir a ver al  Papa en circunstancias que la organización   de verdad fue pésima,  al menos para quienes llegamos a esa hora de la Madrugada, con un clima que de verdad no tenía nada de benigno y nuestros cuerpos transpiraban por el esfuerzo  de subir  hacia el campo designado y  el frio nos helaba la espalda y los más amigos de la comunidad nos fuimos quedando solos  soportando toda esa incómoda situación.

     Finalmente, en medio de las sombras nocturnas vimos guardias, Carabineros, y personas que estaban guiando las columnas que marchaban como zombis en la noche, con pésima iluminación, y vino la segunda parte más desesperada y de poco criterio que tuvimos que enfrentar.

     A pesar de la oscuridad de la noche, logramos ubicarnos en una larga fila de control, donde nos revisaban las mochilas, los bolsos y equipajes y en donde, según el criterio de la autoridad que cumplía órdenes,  nos quitaron las tapas plásticas de las bebidas personales que llevábamos para nuestra  hidratación del otro día  porque esas peligrosas tapas, constituían  “proyectiles” que podrían ser arrojados al Santo Padre en su paseo de llegada al Campo Eucarístico, y  fue un control totalmente fuera de la lógica y una muestra de clara incapacidad de organización. Así y todo, tuvimos que llevarnos los líquidos de las bebidas, sin sus tapas protectoras, y acomodarnos en un cuadro de una superficie aproximado de  100 x 100 metros, arrinconados en  unas barreras que hacían de cierres y nos dimos cuenta que estaríamos bastante lejos del Altar principal pues   los peregrinos del Pueblo de Dios que viajamos con tanto sacrificio, quedamos a la deriva en todo instante y circunstancia.

     Las bebidas se daban vuelta, se mojaban los bolsos,  en medio de la noche sonaban las pruebas de sonidos de los parlantes,  no había luna, no había estrellas, estaba nublado a oscuras ,  pero allí estaban los valientes matrimonios y grupos de amigos católicos y los más audaces peregrinos que conformamos un grupo de amistad, habiendo entre nosotros bastantes adultos mayores que trataban de acomodar sus traseros en algún piso o sillas que habíamos llevado para la larga noche de espera del Papa, y  además con la misión de que temprano debíamos  asearnos con  la poca agua que llevábamos, pues no teníamos cercano a nuestra ubicación ni un baño y ni comodidad alguna al menos cercano a nuestra ubicación. Era, a mi juicio. un desastre  pensado con tanto tiempo para tantas personas.

    Con algo de luz que nos llegaba de una “calle” demarcada cercana a nuestra ubicación nos acomodamos en medio de la noche, los policías y Carabineros de Chile, andaban todos en  camisa “manga corta” y el frio arreciaba en todo ese desgraciado panorama del “Campo Lobito”. Allí  salieron nuestros thermos de agua,  al menos para tener la ocasión de brindarnos un café nocturno y unas galletas mientras esperábamos el amanecer.

     Muchas cofradías de  bailes promesantes pasaban  con sus tenidas de gala  a ubicarse en los cuadrados donde se habían designado a las personas. En  un momento  vimos una gran hilera en medio de la oscuridad,  con un Santo en andas  a la cabeza y la cofradía de músicos marchando y cantando, y en medio de mi ignorancia religiosa producto de la oscuridad reinante,  al menos para salir de ese tedio aburrido y   de gran silencio  y temores porque no sabíamos en realidad que era lo que ocurría, para animar a mis peregrinos y amigos  ubicados a mi lado,  grité emocionado lleno de emotividad espiritual, sin antes ofrecer un Ave Maria:_¡¡Viva la Virgen del Carmen!!, pues mi instinto y educación me decía que todas las cofradías veneraban con sus bailes a la Virgen Maria, entonces, de  la hilera de promesantes, surgió la voz amiga y cariñosa de algún peregrino que estaba en las mismas situación que nosotros en medio de la noche,  y me dijo:  ¡¡Cállate compadre, este es San Lorenzo, el Patrono de los Mineros!!…..

     Así que me tuve que masticar y tragar  el grito de:  ¡Viva la Virgen del Carmen!! y seguir entonces sentado en esa espera  tediosa y larga  que  nos llevaría pronto a ver la realidad del lugar en que nos encontrábamos el cual  al menos tenía en la lejanía un escenario muy, pero muy lejano donde  probaban micrófonos en medio del amanecer y cantaban  y ponían música ambiental, en un trabajo que debe haber sido titánico para quienes tenían esas responsabilidades y en nuestro caso  teníamos ya visualizado el lugar donde se guardarían las Hostias consagradas para la comunión de nuestros peregrinos  en ese campo abandonado y lejano del escenario principal  de ese infame campo llamado “Lobito”. La cantidad de personas que se reunió en ese lugar no fue mucha.  Los más se arrancaban del control y se traspasaban a los cuadrados de más adelante para lograr más cercanía del Altar principal, y de las calles donde pasaría el “Papa Móvil”.  Como soy hombre que no le gusta darle muchas vueltas al destino y acatar  disciplinadamente siempre las orientaciones que se me dan, permanecí allí hasta que ya entonces el frío amanecer y el olor a playa quizás en la cercanía,   descubrí en medio de crepúsculo matutino,  que el campo donde estábamos era un arenal cubierto de miles de guijarros  y piedras que sí eran potentes proyectiles  que, en caso de ser utilizados como   herramientas de   agresión, claramente eran más mortíferos que las  inocentes y sencillas tapas plásticas de las bebidas.

    Amaneció en el campo, ya estábamos con el sol saliendo en las montañas y los grupos de personas sentadas todas en comunidades trataban de ayudarse y guiarse para el encuentro de los baños y como buen soldado decidí soportar y aguantar hasta cuando más no pudiera esa espera larga que sería por única vez en mi vida. Estábamos acompañados  con David Finch y  su esposa Gabriela, Dn. Carlitos Becerra,  Dn. Jorge Torres y su esposa, Anita del Fierro, Juan Araya y Minerva su esposa,  Marité nuestra amiga de la "Juventud" del Santuario, la Sra. Normita Fernández, de nacionalidad mexicana, esposa de un trabajador  coreano de Mejillones que quiso vivir esta maravillosa experiencia, considerando que ella en ese tiempo, participó activamente en las actividades de servicio como parte del “Coro Litúrgico”  del Santuario, además de otras personas que logramos reunirnos en medio de la batahola,  logrando compartir en una pequeña comunidad,  nuestros tiempos de espera,  y las pocas y útiles pertenencias.

     No nos faltó, a Dios gracias,  un simple té o algún embeleco para esperar el ansiado día de la visita del Papa. Todo el sacrificio que ello significó lo hacíamos con el único fin de vivir esa experiencia única que marcaría para siempre nuestras vidas.

     Más tarde, nos fuimos dando cuenta que el campo nuestro, en realidad ya estaba casi vacío.

     Posteriormente, en los estudios estadísticos calculados se estimaban 250 mil personas asistentes, pero en realidad no anduvo ni cerca el cálculo,  pues fueron menos de 50 mil, quizá por la efervescencia política de ese entonces y los temas de  acusaciones  de abusos  por parte de altos dignatarios de la Iglesia lo que nos afectó profundamente los temas de fe. Nuestra ilusionada participación como "Ministros Extraordinarios de la Comunión" se vio truncada por cuanto en nuestro campo, por la poca cantidad de personas solamente unos pocos ejercieron ese servicio, dado que la gente comenzó  a saltarse los cuadros designados y comenzó a buscar a sus comunidades, y mejor ubicación y cercanías con el Altar principal de la Misa que oficiaría a su llegada, el Santo Padre.

     Y allí quedamos los de siempre.  Los más fieles al sacrifico, y permanecimos expectantes a los acontecimientos de esa mañana.

     Esperamos la llegada del Santo Padre, al cual en verdad no pudimos ver, pero había unas pantallas gigantes y en esa transmisión televisiva apreciamos los detalles de la presencia de su Santidad.

     Participamos llenos de regocijo en los temas de la coronación de La “Virgen” pero en ese campo  de verdad lleno de piedras, arenas, y sin ninguna comodidad permanecimos  hasta pasado el mediodía casi diría todo el día, llenos de sol, de cansancio sin comodidad sin baño cercano, sin agua, y fue  el más grande sacrificio que hayamos enfrentado en nuestra vida. Ya no somos ni éramos tan jóvenes. En otras circunstancias, me habría llevado una tienda de campaña y dormido en la noche en ese terreno. En eso tengo más que mucha experiencia.

     Permanecer de pie o sentados, caminando parte de la noche y parte del día, fue una muy  complicada vivencia y convivencia comunitaria.

     ¿El retorno?

     La misma idea, caminatas interminables de “bajada” a los estacionamientos alejados de los buses,  nadie sabía nada, no había ninguna forma de señalética, ya se nos pasaba el deseo de seguir,  los fantasmas del hambre, la ausencia de baños y con nuestras  necesidades retenidas atentaban con mayor fuerza nuestra intención espiritual de esa visita.

     Llegamos al fin  a los lugares de estacionamiento, sin antes apreciar que, pasando “por allí”, estaban, al fin, los baños químicos perdidos  que tanto ansiamos tener cercanos en la noche, y volvimos casi desilusionados de la  experiencia de  querer visitar al Papa y  solamente guardé  de recuerdo, un cancionero impreso de la Misa  que nunca cantamos y un “Peto” de “Ministro de Comunión”  y “Pañolín” del Movimiento de Schoenstatt que aún conservo,  pero todo lo relacionado al Papa lo conocí después en detalle en la televisión, con todo el tema relacionado con la presencia de Monseñor Barros, que más que un favor, hizo un gran daño a la presencia del Santo Padre.

    Y de eso ya van 5 años que quedaron grabados en la memoria como algo que nunca olvidaríamos pero que no tiene en realidad ribetes de emoción agitada de haber visto ni siquiera cercano al Santo Padre, sino más bien de haber estado muy cerca de él través de las pantallas gigantes que  tuvieron  siempre activas en todos los rincones.

     Son mis recuerdos gratos e ingratos de esa vivencia que quizás otros, si la disfrutaron, lo cual aprecio y respeto, pero no fue mi caso.





























Nota: Estas fotos, fueron compartidas por los mismos asistentes en  redes sociales y guardadas como recuerdo, la mayoría las conservaba en sus archivos la Sra. Norma Fernandez Lee, que gentilmente las envió para complementar esta nota. 

En mi caso nunca vi al Papa cercano y las fotos de su Misa y coronación me las facilitaron yo estuve de allí muy lejos.