En medio de esta larga
historia de tantos años que nos ha tocado compartir, fueron hoy muchas expresiones de
gratitud, reconocimiento, comprensión dichos en y con la libertad que
cada cual tiene derecho a expresar, dando énfasis personal a lo que les marcó
en algún momento y que provocó en cada cual una distinta emoción en medio de tantos
instantes vividos y compartidos, en tareas
comunes o colectivas, sin dejar de sentir en nuestra expresión, el afecto y el cariño en que nos
vimos envueltos alguna vez en este
tiempo en que juntos nos tocó caminar y
que hoy se visten de eterna y especial gratitud.
Los tiempos del Señor
son tan sabios, nos llevan y nos traen, nos embarcamos en aventuras, decidimos
hacer vida con nuestras vidas, y en cada
paso que damos vamos dejando marcadas en el tiempo nuestras propias huellas,
decidimos lo que queremos y lo que añoramos, acertamos o nos equivocamos,
retrocedemos o avanzamos, pero lo hacemos
con la conciencia de la libertad que nos concede el ser hijos de Dios,
la fe nos mueve a creer y a confiar que siempre habrá un tiempo, lugar y
espacio mejor y nos aferramos con confianza a su Santa voluntad.
Nunca sabemos nuestro destino
final, por ello que es tan noble justo decir hoy, en el momento oportuno del
simple adiós, lo que está en nosotros, y que de alguna manera reflejan la honestidad
de las palabras, a quienes nos han acogido alguna tarde con un buen consejo,
una sana crítica o sabia decisión, o por decir lo menos complicado, la simpleza
de un saludo afectuoso y una sonrisa de sincera amistad.
La vida esta llena de
ejemplos y lo que nunca debemos olvidar, con humildad y sano juicio es siempre agradecer
a aquellos que han marcado alguna huella que se torne imborrable en nuestras
vidas.
No conozco personas que
sientan afectos comprometidos por grandes muestras de regalos materiales, más
bien la riqueza de la amistad y las personas se demuestran con sencillos gestos
que las hacen grandiosas e imprescindibles en especial a aquellas personas que hicieron
el bien en nuestras vidas.
Los que alguna vez
actuaron de mala fe y nos prejuzgaron o
nos causaron daño, quedan en el olvido del perdón y no debe ser motivo de
nuestra preocupación, pero aquellos que nos extendieron sus manos generosas,
para hacernos sentir que juntos podíamos
crecer en medio de las dificultades y en conjunto “hacerlo mejor”, esas son las
que quedan y guardamos con gratitud en
el corazón. De aquello expresado, hoy tenemos grandes testimonios manifestados por
cada uno de ustedes, presentes o ausentes, que atesoran en su interior, las muestras del sincero afecto, cariño y
amistad de quienes nos acompañaron en esta larga etapa de la vida que no ha sido fácil, en medio de las tantas
tormentas, pero que estuvieron allí, de la mano, esperanzados, enfrentando el bien o el mal, pero que no olvidaron jamás
su misión fundamental de hacer vida el
evangelio a través de su actitud y de un reconocido servicio, compartiendo la experiencia
de un Dios vivo entre nosotros, dejando muchas veces de lado sus posicione personales
y etiquetas, que nos gusta tanto lucir y ostentar, y por el contrario,
demostrar que la grandeza está en la sencillez, en el amar y servir, y nunca dejar de trabajar para el único
Reino posible, con gran dedicación
y entrega ejemplar.
Es siempre oportuno
decir lo que sentimos hoy, a veces ocultamos las buenas intenciones de decir “mañana”
y a veces ese mañana se escapa a nuestra voluntad. Así debe ser también con el perdón,
la reconciliación y la gratitud a los demás. Siempre se debe tener presente que
nunca es tarde para recomenzar.
Gracias Señor, por esas
manos que rezaron junto a las nuestras. Las que trabajaron también en nuestra compañía,
y que lo dieron todo para la grandeza del Santuario. Por esas ilusiones
sembradas en los jardines, por esas oraciones dichas con tanta benevolencia y
convicción en tantos amaneceres. Por esos suspiros lanzados al cielo estrellado
de la noche en nuestras ceremonias de renovación de Alianzas, en medio del frio
invernal o del benigno calor estival; por esas miradas que nos acompañaron tantos
años, en el “terruño dorado”, dejando tanto
tiempo compartido y tantos sueños también no cumplidos. “Debemos siempre
seguir trabajando”, sin importar las respuestas o resultados inmediatos.
Trabajar con ahínco y convicción y fe, es la única fórmula para alcanzar el
éxito, y éste siempre estará vestido de desafíos, ilusiones y también desilusiones.
Lo que viene es de incumbencia
divina. Podemos tener planes, Dios nos exige la libertad en nuestros proyectos
personales, nunca nos detiene, pero es su voluntad la que siempre nos debe marcar
en el destino.
Por ello que esta noche
de grandes palabras expresadas por todos
ustedes en este acto de amor, de compromiso, de gratitud de despedida, y en especial representando el sentimiento
expresado también por nuestros coordinadores en esa intimidad del grato encuentro
de nuestra reunión de familia, agradecemos a Dios la dicha de haber
contado con el espíritu inolvidable y
ejemplar entrega de nuestros amigos y
hermanos en la fe, Jorge y Carmen Sonia,
que si bien se marchan a otros vergeles
en busca de sus legítimas y justas aspiraciones, nos dejan su corazones y sus
almas, en medio de lo que tanto amamos y que nos permite seguir siempre adelante
con las esperanzas de soñar un mundo
nuevo, con valores que nos obligan mostrar a Cristo Vivo entre nosotros, y
compartir la humilde generosidad de nuestra amada Madre de los cielos, que precisamente hoy, en su advocación de Fátima y en el
aniversario de su aparición, nos permite
pedirle en franca oración por estos hijos suyos, para que les acompañe,
les nutra de vida, les regale salud y compañía,
y abracen con confianza las esperanzas
de un mejor mañana.
”Hay que seguir
trabajando”; esa frase nos regaló hoy en la intimidad de la conversa el amigo y hermano Jorge, el que nos acompañó
y guio en tantas Madrugadas, el que nos
acogió en tantas situaciones especiales, el que nos regaló su amistad y confianza, el
que coordinó también tantas actividades junto a su esposa guiando a la Familia
de Antofagasta, y que hoy se van con la frente en alto, con la paz que da la satisfacción del deber cumplido, habiendo tratado siempre de “hacer bien las
cosas” para la Gloria de Nuestro Señor y
de su Madre María, y en eso se llevan también nuestra eterna gratitud, sincero abrazo, eterna amistad
y los mejores deseos de un mejor mañana, en medio de lo que quieran buscar para sus
vidas, trabajando con inspiración divina, para alcanzar unidos el reino de los cielos aquí en la
tierra.
¡¡Que
les vaya bien!! y cuentan con nuestras oraciones, recuerdos y eterna gratitud y
compañía.
Antofagasta, 13 de Mayo de 2023.
Aniversario de la aparición de la Virgen de Fátima.
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