jueves, 9 de noviembre de 2023

Gracias Madre por acogernos en tu Mes....

 Gracias Virgen Santísima María.

               Hemos comenzado un nuevo ciclo de oraciones y alabanzas en  este bendito mes “consagrado a tu Gloria”, para  honrarte y agradecer  lo que tanto amamos de Ti: Tu  humildad y servicio, y  hemos comenzado como cada año, con entusiasmo,  voluntad, deseosos y prestos a compartir  este maravilloso regalo que nos das en Tu Santuario, compartiendo  nuestras tareas de servicio y entrega en una “concordia fraternal”, sin por ello vencer también las dificultades propias de la vida, pero  deseosos de honrar tu nombre y  hacer llegar tu mensaje de amor permanente a tu amado hijo Jesús. Y aquí estamos nuevamente reunidos, en este nuevo comenzar de este mes consagrado a tu amor, a tu Gloria y a la reflexión que nos llevará por los caminos del Señor al reencuentro que tanto necesitamos para transformar nuestros corazones y hacernos “dignos hijos de la mejor de  las Madres”, y sentir que nuestra hermandad  proviene de reunirnos bajo Tu manto protector.

Te pedimos humildad extrema en nuestros actos, perdón por nuestras soberbias y orgullos, erradicar de nuestros corazones esos excesivos celos pastorales, que nos llevan a un servicio comparativamente odioso y de competencias, sin entender aun que  servir significa renunciar, dar y darse,  ofrecer y  dejar de lado nuestros egoísmos terrenales,  y solo así ir descubriendo  tu belleza extrema en ese Reino  de amor que nos regala tu amado Hijo y a quien queremos como apóstoles servir y seguir hasta el final de nuestros tiempos.

               Gracias María Santísima, porque nos das tantas oportunidades de recomenzar, aun en nuestras debilidades.

               Cuida nuestras familias, nuestras amistades, nuestro entorno, nuestra vida interior, con la bondad de tu mirada, y produce ese cambio tan necesario en nuestro interior para  poder vivir esta vida que nos queda, entregando nuestro ser, nuestro valor, nuestros dones, nuestro dolor, y sentir que  nos llevas cada día  tomados de tu mano, al encuentro con nuestro hermano Jesús, que nos espera en el inicio del camino de la Vida Eterna.

Gracias por los que estuvieron allí, en el antes, durante y en el después. Gracias por los que quisieron y no pudieron, por todos aquellos que trabajaron sin descanso y ofrecieron sus sudores  como ofrenda generosa, gracias por aquellos que  nuevamente se acercan a tu llamado y vuelven sus ojos y miradas a Dios, consiguiendo esa tan ansiada paz, tan necesaria en la vida de hoy, y que está tan cerca de nosotros con tu presencia, y a la cual solo debemos acceder con ese SI tan propio de ti, que nos cambiará definitivamente el alma y el corazón.

Gracias Madre, por amarnos así, llenos de defectos, inmaduros,  indóciles, inservibles y  orgullosos, ignorantes e indignos,  pero con la voluntad de cambiar nuestras vidas para ser hijos merecedores a tu  insaciable amor.
























































































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