Gracias Virgen Santísima María.
Hemos comenzado un
nuevo ciclo de oraciones y alabanzas en
este bendito mes “consagrado a tu Gloria”, para honrarte y agradecer lo que tanto amamos de Ti: Tu humildad y servicio, y hemos comenzado como cada año, con
entusiasmo, voluntad, deseosos y prestos
a compartir este maravilloso regalo que
nos das en Tu Santuario, compartiendo
nuestras tareas de servicio y entrega en una “concordia fraternal”, sin
por ello vencer también las dificultades propias de la vida, pero deseosos de honrar tu nombre y hacer llegar tu mensaje de amor permanente a
tu amado hijo Jesús. Y aquí estamos nuevamente reunidos, en este nuevo comenzar
de este mes consagrado a tu amor, a tu Gloria y a la reflexión que nos llevará
por los caminos del Señor al reencuentro que tanto necesitamos para transformar
nuestros corazones y hacernos “dignos hijos de la mejor de las Madres”, y sentir que nuestra
hermandad proviene de reunirnos bajo Tu
manto protector.
Te pedimos humildad extrema en nuestros actos, perdón por nuestras
soberbias y orgullos, erradicar de nuestros corazones esos excesivos celos
pastorales, que nos llevan a un servicio comparativamente odioso y de
competencias, sin entender aun que
servir significa renunciar, dar y darse,
ofrecer y dejar de lado nuestros
egoísmos terrenales, y solo así ir
descubriendo tu belleza extrema en ese
Reino de amor que nos regala tu amado
Hijo y a quien queremos como apóstoles servir y seguir hasta el final de
nuestros tiempos.
Gracias María
Santísima, porque nos das tantas oportunidades de recomenzar, aun en nuestras
debilidades.
Cuida nuestras
familias, nuestras amistades, nuestro entorno, nuestra vida interior, con la
bondad de tu mirada, y produce ese cambio tan necesario en nuestro interior
para poder vivir esta vida que nos
queda, entregando nuestro ser, nuestro valor, nuestros dones, nuestro dolor, y
sentir que nos llevas cada día tomados de tu mano, al encuentro con nuestro
hermano Jesús, que nos espera en el inicio del camino de la Vida Eterna.
Gracias por los que estuvieron allí, en el antes, durante y en el después.
Gracias por los que quisieron y no pudieron, por todos aquellos que trabajaron
sin descanso y ofrecieron sus sudores
como ofrenda generosa, gracias por aquellos que nuevamente se acercan a tu llamado y vuelven
sus ojos y miradas a Dios, consiguiendo esa tan ansiada paz, tan necesaria en
la vida de hoy, y que está tan cerca de nosotros con tu presencia, y a la cual
solo debemos acceder con ese SI tan propio de ti, que nos cambiará
definitivamente el alma y el corazón.
Gracias Madre, por amarnos así, llenos de defectos, inmaduros, indóciles, inservibles y orgullosos, ignorantes e indignos, pero con la voluntad de cambiar nuestras
vidas para ser hijos merecedores a tu
insaciable amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario