miércoles, 19 de julio de 2023

El "Choro" Bórquez

 


In Memoriam de nuestro querido Maestro, VÍCTOR BORQUEZ BÓRQUEZ (Q.E.P.D.)

               El “Choro” Bórquez, era el maestro más característico de nuestros tiempos de estudiantes en el Grado de Técnicos Profesionales  de la querida y recordada Universidad Técnica del Estado. Era el Maestro “icono” de la especialidad de electricidad, de una personalidad afable, seria, estricta en los aspectos académicos, sociable y  simpático en sus actividades no docentes, pero   en sus clases, aparte de ser muy consecuente con sus principios de Maestro de excelencia,   a veces prefería detener tanto tecnicismo, tanta fórmula, tanto reglamento eléctrico o tantas explicaciones que nos mostraban el mundo de la profesión futura  para que, en una generosidad sin límites,  darse a eso que  más amamos los estudiantes jóvenes de entonces: los consejos paternales y de amistad que aún se tornan inolvidables y que salían frecuentemente como mensajes  de sabiduría y bondad de labios del ”Choro” Bórquez.

               Quizás por su sencillez, pasividad y elocuencia de buen profesor y amigo, podríamos  haberle llamado fácilmente  el “Cura” Bórquez, porque irradiaba santidad y la reflejaba en la sonrisa permanente de su rostro siempre optimista, con su inconfundible tapadura de oro  que lo hacía verse siempre jovial y brillante de alegrías, y un gran vozarrón que  pronunciaba las palabras con una dicción   convincente y casi de locutor. Un “choro” como él, no había, ni habría ni habrá otro tan especial por conocer como él. Un parangón utópico: Ni el “Pedro Navajas”, el “choro” de la canción,  podría compararse a nuestro querido  maestro Víctor Bórquez por que el nuestro era además intelectual y paternal, y quizás lo único que podría haberle “copiado” al personaje  de la canción, fuera ese ”tumbao” para caminar, cuando se desplazaba en largos trancos  con sus brillantes zapatos negros por los pasillos de baldosas de nuestras aulas escolares, con gran agilidad y energía, casi agitado,  sonriente, libro en mano,  para  comenzar puntualmente sus tareas diarias de profesor y maestro y su  siempre  finura y elegancia tan propia de maestro   de corbata y  camisa blanca inmaculada para impartir sus clases a esa  juventud tan inquieta y de tantas ideas locas que él sabía con dulzura  amansar, someter y  con sus sanos consejos, enrielar. No es posible no recordar ese fino bigote estilo  Ruflingg,  tan bien dibujado y elegante,  quizás le tomaba algunas horas, navaja en mano cómo buen “choro”, para  dibujarlo finamente y a pulso con esa  elegancia y precisión que lo caracterizaba.

               Los maestros pasan y uno les agradece por lo aprendido y la vida nos lleva a todos por distintos lugares y  en muchos casos  ya ni siquiera están en los recuerdos, pero este profesor  caló en lo profundo de nuestros corazones juveniles, con esa sensibilidad propia de nuestras almas blancas llenas de inocencia. Uno captaba de su actitud y  voluntad,  la siembra sana que hacía en nuestros corazones juveniles, guiándonos  por los caminos de la corrección y del bien. Cuando terminaba sus amenas charlas  y consejos, y  ponía punto aparte  en su acción, se ponía otra vez el cartel del “Choro” y no había nadie que le rebatiera sus vastos conocimientos,  su sabiduría, su exacta forma de enseñar las cosas y  no tenía “pelos” en la lengua para  decirnos las verdades absolutas de nuestras vidas sin rodeos y escuetamente claro. Cuando la “choreza” se transformaba al finalizar la clase, nuevamente en amistad, daban ganas de abrazarlo y agradecerle todos sus esfuerzos pues  no solamente dominaba los aspectos técnicos de la especialidad sino que nos   acariciaba con buenas palabras y consejos y  muy especialmente en su   defensa absoluta  al respeto mutuo y en especial en ese “Cuarto Eléctrico” para nosotros inolvidable,  que tenía para nuestra alegría de varones, la única dama de la especialidad, Sandra Véliz, hoy radicada con su esposo, también ex alumno Ramón en Australia  a la que defendió siempre y  también le exigió el rendimiento  natural que la profesión exige, sin regalar jamás una nota o  no evaluar un trabajo con sentido de ecuanimidad y justicia.

               Era tan estricto que nos decía: “Las notas se ganan con sudor y esfuerzo”, es decir nos animaba a entender que solamente el estudio y dedicación nos haría ser merecedores al premio de una buena calificación,  y  las “milésimas” de la exigencia, no eran chiste;  te ganabas el 4 o  te conformabas con el 3,9, reconociéndote  irresponsable y no  haber rendido más como debiera haber sido la tónica después de sus clases.

               Si de justicia se trata, una vez un alumno en medio de la clase,  con un 3,9  que le afectaba al promedio general,  quiso pasarse de listo y entonces  encaró al “Choro” y le dijo que no le estaba cobrando una décima  y que su nota debía ser un 4, con lo cual se “salvaba” el trimestre.

               Era taxativo: La nota se gana con estudio, no se regala.

               Entonces,  mientras oía la queja del alumno por  la faltante “décima” que le permitía la nota mínima de un cuatro (4), lo miró con esos ojos de ”choro” experto y de mucha vida, pero jamás vengativo, sino más bien educativo y como  “juez de la causa”,  después de oír serenamente  el “cebollero” relato del quejumbroso de la tarde, además de confundido y poco claro del alumno, le dijo sin aspavientos y en su propia cara: “Lloran como mujeres, lo que no saben defender como hombres”. Seguidamente tomó la prueba en la que se suponía revisaría detalladamente el resultado,  marcó una cruz roja sobre  la nota roja, en seguida sacó su mejor arma, el lápiz y le plantó un tremendo 7 a la hoja del cuaderno cuadriculado, estampando así un  hermoso  e inmerecido “Siete” a la “victima” de la injusticia…..

               Fue la mejor lección que aprendimos del Choro. Nunca más hubo quejas, nunca  nadie quiso reclamar por una décima, en cambio  tomábamos en serio el tema de estudiar los problemas eléctricos y  de circuitos para  entrar directamente a la tranquilidad de estar entre  los  que teníamos notas azules.

               Experiencias de vida del Maestro.

               Hoy he estado leyendo los comentarios de sus alumnos en nuestros grupos  de las redes sociales de amistad, y no hay nadie que no tenga una hermosa y buena opinión del Gran Maestro.  Me atrevo a decir con la sinceridad de hombre afectado también por su partida, que muchas lágrimas silenciosas de sus alumnos de ayer habrán aflorado en tantos rostros y que  la sonrisa, la altivez, la sobriedad y grandeza del Maestro ha estado hoy en todos nuestros corazones vibrando de recuerdos y contagiándonos de su contagiosa alegría.

               A veces es bueno reunirse y compartir y  tuvimos esa gran suerte de  tener al Maestro, que gozaba ya de su descanso como profesor jubilado,  y tomarnos ese vino oloroso y lleno de recuerdos que la amistad nos permite en el sano brindis del recuerdo.  Esa tarde noche,  después de más de 40 años de no vernos, nos reunimos en un casino militar de Antofagasta donde tuve yo la suerte de servir, para  saludar al maestro, para unirnos con él y otros grandes como Danilo Aguilar, Gilberto Rubio,  el chico Elizalde,  y encender esos recuerdos terminando muy tarde de esa madrugada con la alegría sana de  habernos reencontrado y haber podido agradecer a nuestro(s)  Maestro(s), entre ellos al “Choro” inolvidable, toda su pasión, todo su amor, toda su  entrega, por estos alumnos que hoy pintan canas, viejos también con mucho caminar, pero que fuimos acompañados en esta también larga vida, por los consejos inolvidables y las enseñanzas invalorables que nos entregó nuestro amado y querido profesor  de electricidad el Seño Víctor Bórquez Bórquez,  nuestro   querido  “Choro”  de la inolvidable U.T.E.

               Dos tremendas responsabilidades: la una ser honesto en mi expresión quizás de mucha falencia  cultural o de idioma simple de  quien no es escritor, pero también saber que tras ese hombre duro  pero alegre, justo  pero bondadoso,  tierno y dulce como padre y esposo, están aun sus hijos(a) y entre ellos, otro gran Maestro como lo es nuestro “otro”  destacado y querido  por sus alumnos quizás en otras especialidad, en otro campo, pero igual de admirado, el “otro” Víctor Bórquez, de quien siempre el “choro” se sintió orgulloso,   y expresó siempre su  cariño y admiración por esa semilla plantada en su vida que hoy le sobrevive con una tremenda vocación de eximio Maestro y profesor como su padre..

               Feliz retorno donde el Gran Arquitecto, como decías,  y sea este paso, el definitivo para reunirte con tu amada esposa, que no hace mucho tiempo partió también a esas nubes celestiales que no conocemos, pero que sabemos les unirán como en sus mejores años, para seguir  siendo el buen Maestro, el buen esposo,  el buen padre, el gran amigo,  el inolvidable “Choro” Bórquez.            Descanse en paz querido e inolvidable Maestro.

               Sus alumnos…..






 












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