El viernes
recién pasado, nos reunimos (los que pudimos), pues - a última hora -, tuvimos
la ausencia obligada de Claudio Jeria, que estaba comprometido en su
asistencia, pero que debió viajar a
Santiago por un tema muy personal del
fallecimiento de su Padre, y por el cual
oramos y acompañamos en su dolor, y no
pudimos suspender la actividad de
encuentro por tener ya todo
consumado en cuanto a compras y temas propios de logística. Sin embargo,
compartimos con el respeto del dolor personal de uno de nuestros hermanos “Madrugador”,
con la sobriedad y respeto a su situación.
Asistimos pocos,
y los que no lo hicieron, se excusaron atentamente. (Estos días previos a “Fiestas
Patrias” son de muchas actividades laborales y de temas de hogar.)
Asistió nuestro
coordinador, Pedrito Osses, Boris Osorio, (al
que le dieron “permiso” al igual que a mí), nuestro nuevo Madrugador y amigo de
Luis, Juanito AStudillo, el ya bien antiguo Madrugador casi “Decano” del
cuerpo consular David Finch, (siempre
sereno y servicial y bueno para las bromas a “su” estilo) , y el no menos
pletórico de sabiduría y experiencias,
hombre que pone toda su sapiencia
y equilibrio en cada encuentro, manteniendo siempre un alto sentido de
compromiso y fidelidad, todo un icono de la vida del Santuario, el muy apreciado, respetado y querido
Carlitos Becerra y en forma muy especial y para su personal alegría y satisfacción la grata compañía de su amigo y “compadre” Enrique Sotz.
Luis Nuñez, como siempre lleno de buena
voluntad y con ese espíritu de servicio que lo caracteriza, se preocupó de “todos” los detalles, y
nosotros, los comensales, sólo del plato y los cubiertos y en un dos por tres, fósforo en mano, dio
inicio al proceso de encendido del
carbón que, ayudado por el aire un tanto fresco de la noche y la técnica propia de viejo , o mejor dicho “antiguo”
parrillero, dominó en poco tiempo el negro y frío carbón de espino, que de a poco comenzó a expandir ese aroma característico, que ya en estos tiempos
algunos llaman “olor a contaminación”, pero
que nos despierta, desde siempre, el jugoso “apetito”, como si el paladar supiera que pronto sobre esas
brillantes y ardientes brasas, caerán
rendidos a su destino alimenticio para quedar con la cocción “a punto”, a esos
trozos de carne que adobados solamente con
sal, en la primera vuelta, entre medio
de los aromáticos jugos y ricos vapores, nos harán caer en esa deliciosa trituración de nervios, texturas, vitaminas y proteínas que aumentarán los azúcares,
y los colesteroles adhiriéndose en los torrentes de nuestras
venas , y las grasas fundidas se irán
escondiendo disimuladamente con los jugos en nuestras bien ocultas y
preocupantes barrigas, que nos provocan tanta incomodidad en nuestra vanidad estética, pero que al olor del asado, el chorizo y la marraqueta
crujiente, calentada en la misma
parrilla, nos rinde y nos deja con esa idea de que “un desarreglo de vez en
cuando, no provoca daño”, y todos esos “de vez en cuando” se acumulan
en las grasas sobrantes y
aumentan desmedidamente el peso a nuestras abultadas figuras.
De los asados se
han escrito poemas y canciones; los
argentinos, en sus tiempos de bonanza ganadera
y fácil acceso a los mejores filetes o carnes a la parrilla, y el
abundante gusto gastronómico escribieron
por allí, muchos simpáticos encuentros, traspasando la frontera cordillerana y
siendo también motivo de interpretación de los cultores del folklore chileno.
Sin duda de
ningún tipo, lo mejor de un asado, está siempre en la “previa”. En la hora del
carbón, en la agitación entusiasta y agitada del cartón como aspa para provocar
la corriente del aire necesaria que apura y acelera el encendido, y así evitar
que queden algunos leños carbonizados sin quemar, para evitar el monóxido de carbono,
que con el sabor, pasa peligrosamente “directo” desde el paladar al cuerpo.
Esa es, como
decía, precisamente la mejor oportunidad
del brindis, de sacar las cervezas ocultas de los maleteros de alguno que llevó
su auto con “copiloto” para la “vuelta a casa”, o entibiar el vino generoso
“chambreaito” y sin muchas veces conocernos, explayarnos en los arreglos del
mundo y en la solución de la vida, en el conocimiento de la historia, de la
política de la religión, del cura y la cultura, de la sociedad, y todo lo que
se nos ocurra, en medio de los chistes y anécdotas, y todo motivado al calor de
lo que va a parecer ser un buen y jugoso
asado de camaradería y amistad. Afloran entonces los sentimientos de cariño, el
deseo del abrazo fraterno, y ese carbón encendido nos transporta a la fogata de
niños con los padres o los amigos, o los fogones universitarios o de los
Scouts, transportándonos a los lugares en que alguna vez fuimos de camping, y
calentando hasta el pan, clavado en una
rama húmeda, para encontrar en esas
sensaciones lo que afanosamente buscamos todos los días, un poco de alegría y
esa tan esquiva pero siempre,
siempre tan cercana, felicidad.
En esos
chispeantes trozos de carbón que saltan al aire, se van también los
recuerdos y nostalgias de los que ya no están con nosotros y
siguen sus caminos por otros galaxias y al mismo tiempo , después de esos
silencios de observación de los recuerdos
como si en las brasas se dibujara parte de la vida, vienen los mejores
momentos ligados al brindis, a la conversa, a la amistad, y detenernos en
tantas preocupaciones y carreras, para entregarnos a esa fase que también es
muy importante en la peregrinación por la vida, como lo es el compartir y
disfrutar de la amena reunión, con temas que fluyen, con risas que surgen, con comentarios con gusto a “pelambres” que a veces nos
obligan a hacer el esfuerzo de no
oír, y tantas vivencias que nos van
dando una hermosa prosa o poesía literaria
del encuentro de amigos y hermanos, que
bendicen con la presencia de nuestro Señor, la oportunidad de compartir, como
lo hacía el mismo Jesús con sus apóstoles, bebiendo también de ese vino
generoso de la tierra, y que se quedó con nosotros para la Gran Cena de la
Eucaristía y comiendo el pan de la unidad y la amistad ambas suficientes y
nutritivas para alimentar nuestra alma y el espíritu, sin importar mucho el mucho
comer, sino más bien el mucho compartir.
Alrededor del
fogón se inicia como en todo asado, la más importante actividad que nos puede
reunir en una fraterna e inolvidable amistad.
Haciendo un
recuento casi final, quedando tanto por decir, llegamos justo en esa noche, cuando
ya el frío estaba en su punto máximo a refugiarnos al calor del tambor de la
parrilla y considerar toda esa magia ya expuesta y que en ese calor de familia,
nos une definitivamente en ese nacimiento y reforzamiento de la amistad, el
mayor valor que como personas podemos tener entre nosotros.
Allí entablamos
las primeras conversaciones con el grupo asistente, iniciando la amena charla
con Carlitos Becerra, visiblemente contento y lleno de alegrías, por tener la
grata oportunidad de compartir en ese minuto tan especial, con su amigo, ex “Jefe” (de “Rama”) y para felicidad de ambos, “Compadres” y
que venía de paso por la ciudad desde
Iquique y que por supuesto no podía
dejar visitar a su amigo, y asistir,
para alegría también nuestra, a compartir y conocernos en una reunión informal y entregarnos al
conocimiento de cada uno y al proceso natural de saber quién es quién, para así
producir ese efecto que nos regala la integración y el conocimiento de nuestros
interlocutores y llenarnos de sus alegrías, emociones y conocimientos, que siempre son gratos para
aprender un poco de los demás.
Más allá de
haber resultado todo una fiesta de
respetuoso silencio por la pena de Claudio Jeria, y compartir esos trozos que emanaban chorros jugosos
en los platos, y que algunos tuvieron la suerte de disfrutar hasta dejar los
platos albos, y hasta limpios con el
trozo de marraqueta sobrante del Choripan
previo, con la rara excepción que
siempre le toca a alguien y que en este
caso tan particular ese alguien fui yo,
en mis primeros intentos, en infructuoso esfuerzo de cortar, me pareció que el toro era “milico” como yo, por que murió en posición firmes, tenso y duro , puro “nervio”, músculo y
energía, y que nunca pude cortar, ni siquiera con el mejor cuchillo de la noche
que llevó el experto en cortes, Pedrito Osses y que al
parecer era el pequeño cuchillo cocinero
de la casa, porque lo que es el mío, en verdad, le busqué y por más que desplacé el lado del serrucho, mientras la
ansiedad me consumía con los jugos salivales que se resbalaban ansiosos entre
los molares, y que finalmente, además de
algunas moscas intrusas presentes, me obligaron a cubrirlo con servilletas, que se humedecían de las grasas jugosas, y
que daban ganas de comérselas, y, decepcionado, darme por vencido y asumir mi triste y
“hambriento” destino.(Lo peor que nos puede pasar cuando uno va a un asado es
no comer, además “pagar la inevitable cuota” ) y guardar en el mismo plato dentro de la
bolsita llevada por emergencia, ese trozo el que sin duda terminaría su encanto en las fauces del perro de la
casa, porque para el humano que le buscó todas las formas y dando vueltas para uno y otro lado, le resultó
imposible cortar.
Afortunadamente
todos disfrutaron, siempre hay alguien que va al sacrificio, y en este caso fui
favorecido con el único trozo inservible del toro militar que – repito -, murió
en posición “firmes”.
Pero al final nada, pero nada de eso importa, al día siguiente, ya en casa, con cuchillo afilado y recién
pasado por la máquina de pulir, con la esperanza de picarlo y meterlo a la
ollita de mis sopas dietéticas, con cebollita en plumita y condimentos para
el “segundo tiempo” que es el apetecido “ajíaco” alimentado de los trocitos buenos y
limpios que nadie usó, y que a veces
quedan en los asados familiares, tampoco fue posible triturarlo y hasta el
perro se quejó del hueso disfrazado y nuestra
amada perrita “Becky”, con dientes de sable, procuró clavarle una banderilla de
torero al toro, mientras yo la animaba
con un bien españolado ¡¡ Oleeee!!. Al
final fue tragado frugalmente por
las fauces del hambriento “perro” del barrio
cercano a mi casa, y que sí tiene colmillos bravos y de sable, pues a vehículo
que pasa con sus incisivos caninos le revienta los neumáticos.
Esto es una anécdota
extra de lo que quisiera narrar como corolario final de este encuentro de
amigos.
Carlitos Becerra,
nos presentó en esa hermosa y mágica
noche en que no pude comer asado (dijo el “Picado), a su amigo y
compadre Enrique, quien resultó ser una persona muy agradable, de una humildad y
sencillez extraordinaria; jovial, alegre en su estilo, conversador y lo más relevante, que quisiera resaltar en
esta crónica que solo la leen o intentan hacerlo mis amigos, su amor al Santuario, puesto que en ese
lugar encontró motivaciones espirituales
importantes para su propia vida, donde también
se impregnó de ese carisma que lo llevó a integrarse con otros matrimonios y
formar parte ese equipo de soñadores que
desean hacer de este mundo un mejor
lugar, dándonos, además,
una pequeña cátedra de historia del Santuario, y hablando lleno de
entusiasmo de sus orígenes y de sus propias tareas que permitieron levantar,
con el esfuerzo de muchos, y trabajo de pocos,
la gran obra de ese lugar, lleno
de espiritualidad “Mariana” y que ya, próximo a cumplir 30 años el 2023, tiene
tantas historias de conversión, de entrega y de crecimiento espiritual en ese “Cenáculo Puerta del Cielo”,
donde “brilla el sol de Cristo” y que nos reúne en distintas actividades y en
el cual han pasado muchas generaciones, y otras que también vivieron la alegría
del encuentro fraterno, y que han marchado a mejor vida dejando sus propias
huellas e impresiones y vida misma, en ese lugar de Gracias, donde también nos
vamos formando cada día y desde donde marcharemos también quedando como parte de las arenas que serán
nuestras propias huellas, que nos
llevan también al inevitable olvido.
Precisamente este
amigo Enrique, es de los “pioneros”, de los “primeros”; de aquellos que llegaron alguna vez buscando horizontes laborales como parte
de los equipos de trabajo empresariales a esta ciudad u otras del norte
de nuestro amado Chile, y que se
cobijaron en la sana amistad y espiritualidad del Santuario, descubriendo en
él, esas formas de vida que integran a
las personas y que la hacen sentir que en medio de sus soledades humanas están en una familia, que les acoge y les
permite esa seguridad de sentirse amados y
en eso aprendimos tantas cosas de este amigo, y en pocos minutos nos
dimos cuenta que estábamos frente a un humilde servidor, que tiene, al igual
que “Don” Carlos, tantas cosas que
decir, tantas historias que contar y tanto bagaje acumulado en sus memorias, que no resulta
justo, como en muchos caso, de llevarse solo para él sus historias puesto que ellas de alguna
forma nos permiten construir una realidad de tantos años en esta tierra “soleada” y que ha tenido la virtud de crecer, con el
esfuerzo de los laicos comprometidos, que hacen de este y otros lugares afines,
un verdadero centro de peregrinación espiritual
y de crecimiento personal y familiar.
Es así entonces
que, nos contaba el amigo Sotz, de las primeras historias
cuando en estos sitios eriazos, abandonados,
alejados de la urbe y en ese
espacio donde solo jugaban los vientos y
las arenas en interminables carreras de remolinos y soledades, nacían las primeras instalaciones de una
sencilla Ermita, que hoy aún conserva alguna esencia del pasado, pero que además dieron inicio a la construcción y a la
necesaria ayuda para levantar, en medio de este soleado paramos y lugar, una
copia fidedigna del Santuario original, y que
con gran espíritu de colaboración y servicio, lograron erigir, dejando para alguna tiempo final de la
historia del hombre, bajo los cimientos
de la propia construcción del edificio de la capillita central, esos
testimonios, encerrados en algún tubo no degradable, donde se conservarán los nombres y circunstancias
de aquellos que lo dieron todo, sin tener nada, y que en muchas oportunidades me he
referido a que no podemos ser tan
injustos y no rescatar al menos para un recuerdo y oración sus nombres.
Aprovecho de insistir
en este recuerdo futuro de la necesidad de
perpetuar para el recuerdo tantos nombres de pioneros y que en la celebración del próximo año, en los 30 años, deberán estar inscritos, no en la “Galería” de
la vanidad humana , porque los hombres y mujeres que seguimos al Señor y amamos a su
Madre María, jamás persiguen fama, sino “servicio”, pero que de una u otra forma con su actuar han
demostrado su compromiso y voluntad que no es justo olvidar, aunque ya tienen
su gran premio en el cielo. (Después de todo, somos ciudadanos del cielo y de
corto paso por la tierra, y de los ejemplos y testimonios de los demás se nutre
la historia espiritual, y debemos preservar y ser justos con los que ya han
partido y que fueron compañeros y compañeras en el camino de la peregrinación.)
Debemos levantar
una Pérgola en la “Plaza del Peregrino” y allí levantar un pequeño muro con una
plaquita que recuerde el paso de tantos personas que han dado todo a cambio de
nada, y si bien no están con nosotros, sus almas de vez en cuando recorren esas
soledades silenciosas, donde están sus
recuerdos y su vida de servicio al lugar de Gracias del que tanto nos enorgullecemos de amar y de seguir.
Así es que
dentro de todo este grato encuentro, que pasó por conocimientos de la historia
del Santuario, de testimonios familiar, de ese encuentro de “jóvenes de ayer”,
con matrimonios e hijos recién iniciando sus vidas y con el grato encuentro de
amigos, les permitieron vivir los mejores años de sus vida, aunque hayan tenido
que emigrar de la ciudad, en busca de nuevos horizontes, pero que se han
llevado en su alma, todo eso que les permitió
crecer, ser mejores personas, amar a sus familias y darnos cuenta que la transformación interior que tanto hablamos
y procuramos, es una realidad que ha tocado a muchas familias y personas y permitido hasta hoy, como es el caso de estos
amigos y “compadres”, mantener y fortalecer
esos lazos de amistad inolvidables,
que se dieron y estructuraron, paso a paso, minutos a minuto, en este
lugar santo donde las personas aprendemos de la tolerancia, el amor, el
servicio y que nos hace crecer espiritualmente en torno a valores que en estos tiempos se van perdiendo por tener una guerra en que el mal trata de sacar a
Dios de las vidas e instaurar sistemas
que viven a sus espaldas y hacen del hombre un
ser tristemente explotado o convencido que de que más allá de lo que nos
espera, no hubiera nada, solo soledad y olvido, y abandono y destrucción de nuestras últimas células de vida y negar
el anuncio Evangélico de que Dios nos
ofrece como premio la esperada y ansiada
“Vida Eterna”, alcanzable solamente con fe y esperanzas.
Al concluir este
recuento, del cual me extendí más de la cuenta, quisiera agradecer a todos los
que estuvieron, y valorar la idea de
nuestro coordinador de reunirnos
con la siempre colaboración leal
y desinteresada de Luis, y valorar la
amistad crecida al calor de un sencillo
(y “duro” asado), que en el final no tiene ninguna importancia, sino
que lo mejor es agradecer las historias,
la conversa, el crecimiento que nos hace
conocernos mutuamente y más que conocernos, querernos, y saber que,
independiente de lo que cada uno haga,
nos unimos en un solo valor, que es amor, que es servicio, que es
voluntad y todo ello al alero de un lugar que nos regala tantas cosas y al cual
le debemos tanto.
Al caer esta
noche, de un domingo de Septiembre,
agradecer a Dios la oportunidad de reflejar mis sentimientos en esta
nota íntima para nosotros, y desear que
la ruta de Enrique Sotz, en su moto,
que cubre distancias y que lo llevan en la más absoluta libertad
por los caminos de nuestro amado Chile, sea próspera, y en medio de la aventura, tenga la protección de María, que cada día lo
busca y lo espera en el algún Santuario, y habrá seguramente alguna comunidad
de “Madrugadores” donde pueda llegar
alguna mañana en su moto de “Centella”, a
regalarles su amistad, su amena conversa, su experiencia sabiduría y consejo de hombre de bien, al que deseamos
un pronto reencuentro con sus raíces, no olvidadas, sino más bien aletargadas por
la circunstancias de la vida, y que lo
harán florecer nuevamente en esa búsqueda incesante de la felicidad, en medio
de la permanente conversión y búsqueda
del ideal superior de nuestras vidas que es Dios.
Un abrazo a
todos y los mejores deseos en estas fiestas patrias del año 2022.
Los amigos y "Compadres" (Enrique Sotz y Carlitos Becerra).
Faltó en las fotos nuestro "Decano", Dn. DAVID FINCH