sábado, 8 de noviembre de 2008

FAMILIA, SU VALOR, SUS ENEMIGOS


(Me lo enviaron por correo. Lo difundo con el compromiso de "educar" la familia)

("Textual")

“Si la humanidad no se hubiera organizado en familias, nunca habría tenido el poder orgánico para ser organizada en naciones. La cultura humana se transmite en las costumbres de incontables hogares; es la única manera en que la cultura humana puede permanecer humana.”

Ese párrafo fue escrito en 1932 por el escritor inglés Gilbert Keith Chesterton (1874-1936) que, en opinión de muchos, es uno de los pocos escritores verdaderamente grandes del siglo XX. Parte de su grandeza se comprueba viendo ahora, después de tantos años, como supo diagnosticar los males que iban deshumanizando nuestra cultura milenaria.

Él supo ver, como pocos, la importancia capital de la familia natural para la salud de toda la sociedad, para la pervivencia de una cultura que merezca llamarse humana. Miró como el Estado crecía y como su poder tendía a deshumanizarse. Comenzó a vislumbrar los comienzos de algo peor: el actual monstruo, con múltiples cabezas internacionales, enemigo del amor, del matrimonio, de la familia y de la libertad, ese que se empeña en tratarnos, especialmente a los jóvenes, como simples animales domesticables.
Chesterton escribió que “la familia es la piedra de toque de la libertad; porque la familia es la única cosa que el hombre libre hace por sí mismo y para sí mismo”, que “las tradiciones de la humanidad, soportan a la humanidad; y la tradición del matrimonio es central. Y lo mas esencial en ella es que un hombre libre y una mujer libre escogen fundar en la tierra el único Estado voluntario; el único Estado que crea y que ama a sus ciudadanos.” Debo citar ahora a otro escritor inteligente, de la misma época, aunque de pensamiento diametralmente opuesto: el italiano Antonio Gramsci (1891-1937). Gramsci propuso un marxismo enemigo de las transformaciones sociales violentas. Dijo que para un cambio cultural había que comenzar por modificar el modo de pensar de la sociedad civil, a través de pequeños cambios sucesivos en el campo de la cultura.
“Hay que construir un Nuevo Pensamiento”. Había que lograr que la sociedad civil alcanzara un nuevo modo de "ver la vida y sus valores". Era necesario “adueñarse de organismos e instituciones en donde se desarrollan los valores y parámetros culturales: los medios de comunicación, Universidades, escuelas, enseñanza secundaria y las artes. Hacia allí había que apuntar.” Y todo eso con paciencia, con actitudes “democráticas”, paso a paso; educando a las nuevas generaciones desde su niñez.
Ideas iguales o equivalentes, con la misma táctica solapada y perseverante, son las que siguen hoy ---sean marxistas o antimarxistas--- los funcionarios del monstruo internacional de múltiples cabezas. Chesterton había dicho, en los años veinte, que el peligro no estaba en Moscú sino en Manhattan. Si vivera hoy, precisaría más; diría en que parte de Nueva York está el mayor, si no el único, enemigo de la familia, del matrimonio, del amor y de la verdadera y profunda libertad.
Para lograr el éxito de ese cambio cultural, Gramsci veía dos obstáculos importantes: la Iglesia Católica y la familia.
Gramsci admiraba y envidiaba a la Iglesia Católica y veía su permanencia a través de los siglos apoyada en tres columnas: a) El tener una fe firme e inquebrantable y la constante repetición de la misma doctrina. Así había logrado un mismo y fuerte modo de pensar en el pueblo a través de los siglos. b) Haber logrado reunir en su seno al pueblo analfabeto, a la clase media y a la elite intelectual. c) Además, mientras el marxismo exigía luchar para lograr una sociedad sin clases en un mundo donde con la muerte terminaba todo, la Iglesia había logrado convencer a los hombres de la existencia de otra vida con una felicidad eterna. La Iglesia daba una respuesta, no sólo al sentido de la vida, sino también al de la muerte.
Y la familia, primera educadora del hombre desde su nacimiento y durante los años más cruciales, era, para Gramsci, un estorbo intolerable. Había que destruirla. Después de su muerte, surgieron hechos importantes: el acelerado crecimiento de la población mundial provocado por los adelantos de la medicina, especialmente con el uso de los antibióticos y la extensión del marxismo en países pobres. Algunos ricos se aterrorizaron. ¿Cómo podemos frenarlos?
La respuesta fue: “Hay que cambiar la moralidad de la gente joven desde la temprana adolescencia”. Así nació la trampa de la “salud sexual y reproductiva”. El marxismo leninista hoy solo lo creen los ignorantes. Los “gramscianos” son más listos. Han pervertido a muchos jóvenes, los han llenado de ITS, de Sida, de drogadictos, los llevan a un suicidio creciente.
Pero la Iglesia Católica permanece. Los jóvenes inteligentes, que seguían por millones a Juan Pablo II, hoy siguen a Benedicto XVI. Los tontos, le creen al “sexo seguro”.

LuisFernándeCuervoElSalvador
luchofcuervo@gmail.com

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