viernes, 31 de octubre de 2008

LA "MALA LECHE" (Autor: Eduardo Garcia Banda)

Una tarde, caminaba por los campos de “La Dehesa”, disfrutando de las bondades del clima de la cordillera, aprovechando un descanso de fin de semana, conociendo un poco de la flora y tratando de identificar, entre la abundante variedad de árboles, un quillay, al que me decían: -Si le sacas un poco de corteza y la pones en un balde con agua, tendrás un champú espumoso y natural, que te dejará el pelo brillante, limpio sedoso y sobretodo, sin caspa-.
Mi amigo Uribe, oriundo de Chillán y compañero de esas andanzas me dijo, observando en lontananza: -¡Allá hay unas vacas pastando! ¿Vamos y tomamos un poco de leche?-
-No tengo ni un peso- contesté, mientras el “huaso” se reía a carcajadas….-Nooo, aquí en el campo no se compra-.
Así que siguiendo sus consejos, le acompañé silencioso y expectante para verificar sus habilidades de sureño ordeñador.
Usando sus diestras manos y con movimientos armónicos de sus dedos, con presiones y tirones suaves y controlados, comenzó a apretar las “ubres” de la vaca, mientras una leche blanca, casi aguada pero espumosa fluía pura, buscando su delgado chorro caer al centro de una botella plástica, cortada a la mitad, que encontramos casi nueva, oculta entre los matorrales.
-¿Hay toma´o leche al pie de la vaca?- Me dijo risueño, sobrepasando ya la mitad de la capacidad del envase, deteniéndose abruptamente y pronunciando escuetamente: - Ya compadre. ¡Salud!, al mismo tiempo que entregaba, a mis sedientos labios, un jugoso néctar, tibio, de pureza extrema, que fui bebiendo profusa y ansiosamente, cayendo esa lluvia de nutrientes directo hacia mi estómago. El resto del contenido, fue a parar al otro estómago, al del huaso, lanzando, finalmente, un eructo de satisfacción, sobajeando satisfecho su mano derecha por su vientre: -¡Esto es pura vida sana, compadre!.
Lo que vino para mi, al cabo de no más de quince minutos, fue una profusa y completa indigestión, que me tuvo por varias decenas de minutos transpirando y con una “colitis” conectada directamente a la cañería de salida de mi acongojado intestino, agachado y compungido entre los matorrales de espinos, buscando urgente la forma de cómo limpiar mis intimidades, echando mano como recurso válido, a mi único y albo pañuelo.
-“Mala leche” para usté, compadre-…..
La “mala leche”, me ha producido esta sensación de dolorosa indigesta, no solamente en esa inolvidable tarde de campo. La he bebido en muchas situaciones de la vida, queriendo nutrirme de sabiduría, de amistad, de compañerismo. De tratar de beber responsabilidades que me permitan santificar mis actos frente a muchas situaciones, innumerables de narrar y que son parte de nuestra propia vida.
¿Saben? . La envidia es la peor “mala leche”.
La leche en sí es nutritiva, rica, alimentadora, de composición química que nos trae grandes beneficios a nuestro organismo. En mi caso personal, debe ser sin lactosa, por exigencia de mi propio cuerpo.
Pero hay mucha “mala leche” en las actitudes, en los compromisos, en las lealtades, especialmente en el mundo de nuestro diario entorno. Hay muchos hombres o mujeres “mala leche”. Esos que pareciera que harán un importante aporte para mejorar el crecimiento de tu propia vida, por lo que bebes profusamente, con el mayor sentido de inocencia su propia “leche”, sintiendo la agradable sensación de frescura, comparable al buen brindis, al trago de la verdadera amistad, que trae consigo salud, al cuerpo y al espíritu, pero produciéndote un efecto verdaderamente contrario al esperado. Lo rechaza hasta el cuerpo.
Cuando ello ocurre, estás en presencia de un individuo que es sólo eso: “¡Mala leche compadre!”.
Si estas situaciones ocurren con aquellos que estimas y confías, a pesar de ese otro gran dolor intermedio,- el de la traición-, el problema se debe terminar, simplemente siguiendo la fuerza de la naturaleza de tu propio cuerpo, en la soledad de los oscuros matorrales…
¡Salud compadre!
La vida es hermosa. Basta mirar con confianza y optimismo el sol del nuevo día, pidiendo perdón, con humildad y sencillez por aquellos que “no saben lo que hacen”. Dios lo sabe todo.
Al final, la “mala leche” se transforma, se pudre, se solidifica o evapora, pasando inadvertida entre sus propias suciedades, sirviendo muchas veces como caldo de cultivo de infecciones y depósito de larvas, especial para las moscas.
Curiosamente al lado, las abejas que trabajan incansables, beben de los néctares jugosos del polen de cientos de flores multicolores, que alegran y dan colorido a los más hermosos paisajes del día, transformando su ardua y gran tarea, en un resultado increíble, que se percibe y aprecia solamente con el paladar, en el dulzor de la miel que se gesta en el panal.
Es la vida que a pesar de los “mala leche” nos deben hacer, finalmente, felices.

Antofagasta, Octubre de 2008.

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