domingo, 17 de abril de 2022

Madrugada Sábado Santo

 



Hermanos Madrugadores.

         Fue un día especial. Distinto a lo que estamos habituados a vivir en comunidad en cada amanecer,  encontrándonos con Cristo Eucaristía.

         Cristo yace en la oscuridad y silencio  del Sepulcro.

         La angustia, la tristeza, la incertidumbre, el temor se apodera de los débiles apóstoles. Esos que tanto prometieron dar la vida, y que en los momentos más  difíciles de su pasión,  lo negaron  en medio de la debilidad humana. Cristo también fue traicionado.

         Fue una mañana de reflexión, oración y suave  canto, con  mucho silencio personal, para conversar con nosotros mismos, y buscar en nuestros  escondidos corazones, a ese Cristo que decimos tanto amar y que tanta veces lo cambiamos a nuestra conveniencia. 

         En el recuerdo del Maestro que entregó su vida por nosotros,  se unieron nuestros espíritus varoniles,  para  contemplar  a su Madre María, la mujer que en el silencio sufrió todos los momentos  en que el Señor  vivió su dolorosa Pasión y Muerte, y que  siendo mujer  se mantuvo  siempre serena y valiente,  hasta en los últimos momentos unida a su hijo, el Divino Maestro, soportando sus injustos dolores  en el  madero de la cruz.

         Por ello que nos unimos a la Santa Madre DOLOROSA, para acompañarla en el sufrimiento y tristezas,  que sólo las madres que aman pueden experimentar, ofreciendo este Rosario distinto , contemplando los MISTERIOS DE DOLOR, y trayendo a nuestras mentes y corazones todas nuestras  necesidades espirituales, y ofreciendo también a MARIA, nuestras propias cruces de la vida; preocupaciones, finanzas, desamor, deslealtad,   incomprensión, humillación; Sentirnos tantas veces solos en medio de la multitud,  buscar con desesperación a quienes  tanto amamos y a veces tan lejos de nosotros mismos,

         Ofrecimos a nuestra Madre, por el dolor de su hijo, esas penas silenciosas que llevamos cada cual en nuestras almas:  el amigo que nos traicionó como Judas, la  mofa por ser como somos en un mundo distinto, casi alejado de Dios,  las injusticias, la falta de convicciones cristianas en medio del materialismo y la importancia extrema  del tener, más que el ser.

         Pero también pidiendo perdón por todas nuestras  dificultades en amar; porque  somos más soberbios que generosos, porque  nos es más fácil  criticar que corregir. Porque vemos en el otro, los defectos más que sus virtudes y porque nos esforzamos tanto por acumular riquezas o  apegarnos a las cosas materiales de la vida, cuando lo único que importa es la riqueza del alma y  el amor del corazón.

        


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