Tengo en mi mente, la imagen de mi primera “Madrugada” en el Santuario “Cenáculo Puerta del Cielo”, de Shoensttat de Antofagasta y otras subsiguientes, que causaron un impacto profundo en mi corazón.
Por mi quizás mala costumbre de
levantarme temprano, casi siempre traté de llegar muy temprano a ese lugar de
oración y encuentro, cuando aún las
estrellas y la luna pintaban algunos tenues
brillos en el cielo, y en medio de las
sombras oscuras de la arboleda, encaminarme hacia el fondo del Santuario, casi
mirando el cerro, donde ya a esa temprana
hora, cuando ni los gallos se animaban a cantar o el viento recién comenzaba a
respirar sus bocanadas de abundantes corrientes de aire para comenzar a agitar
la mañana, la luz mágica del Santuario, surgía como un rayo de luz que iluminaba
esa entrada y una figura solemne, radiante,
de Alba blanca, esperaba pacientemente
parado bajo el portal de entrada, la llegada de quienes concurríamos, como cada
15 días, a ofrecer nuestras humildes oraciones a nuestra Madre Santísima y a participar de la Santa Misa, después del
Santo Rosario, con la presencia mística y espiritual de ese sacerdote alto, de
sonrisa eterna, de cabello poco abundante, y de lentes gruesos y mirada profunda y afectuosa, que sin saber quién se acercaba, de solo captar la silueta oscura, ya lo
recibía a la distancia son un grato e inigualable espíritu de acogida.
El Padre Jaime quizás de cuánto tiempo
estaría allí en el Santuario. Los que conocen su historia saben que llegó bastante joven a servir, gracias a quienes
tuvieron la idea de fundar este lugar de oración donde quiso la “Madre Tres
veces Admirable”, instalarse en medio de esa alejada soledad de nuestra ciudad,
y mirando desde su puerta de entrada hacia “La Portada”, como una presencia
angelical o espiritual si se quiere, para que
se produjera allí ese milagro
sagrado de encontrar a Jesús a través de su Santa Madre, acogiéndonos, transformándonos
y en ese gran amor y cariño prodigado
con dulzura, enseñarnos el camino para
ir a compartir esa experiencia de Amor
con Maria, que la vive solamente
el que desea abrir su corazón y entregarse con pureza y humildad en una actitud de dócil
greda para ser moldeados con la oración,
la entrega y el sacrificio a que nos invita en todo momento nuestra Madre
celestial.
Ese hombre, sin duda para nosotros “Santo”, nos acompañó tantas
mañanas, en las que pudo haber dedicado tiempo a descansar o a dormir como todos
los comunes mortales, y en ese entusiasmo tan nuestro, tan de hombres recién conociendo las bondades de ese
Santo lugar, estaba allí cada mañana, cada madrugadas, pero también estaba allí
cada día, cada tarde o cada noche,
siempre dispuesto a servir. Y eran su presencia la que nos impulsaba a acercarnos para estar en oración y mientras él oraba con nosotros, nos hablaba
siempre de la “Divina Providencia” y de los
milagros que se producían en el
alma de las personas, y nosotros un tanto incrédulos, le mirábamos con esa
atención de principiantes, pero entendiendo que su convicción y mensaje era tan claro como lo era su hermosa
mirada y su tierna sonrisa de padre bueno.
Hablar con él a solas en los jardines, o
en entre los pocos árboles que tanto
sacrificio han costado a tantas personas y familias mantener en ese lugar, que en el pasado fue (y es) solo arena y polvo, era gratificante.
A
veces nuestros pesares del alma se disipan cuando hablamos con un hombre bueno.
No digo que sea muy asiduo a la Confesión como Sacramento, puesto que si bien lo cumplo como católico practicante,
eran nuestros encuentros conversaciones de sana amistad, de amigos conectados
con una misma espiritualidad y nuestras tristezas que salían con olor a tinta
negra del alma, para ser recibidas con la bondad de su sonrisa, iban poco a
poco disipándose y produciendo ese milagro espiritual de sacar esos pesares
y en el aire de la mañana o de la tarde,
o la hora que lo necesitaras, esas palabras tuyas de heridas, de dolores, de
rencores, de rabias o de humillaciones acumuladas y que tanto mal hacen, se transformaban
con su sola presencia, en un bálsamo tibio, dulce, que se expandía por todo ese
lugar y quedabas como cuando corres una carrera interminable para alcanzar una
meta contra el tiempo y al llegar solo quedan tus latidos, y tus ansias de
recuperación porque te falta el aire, te falta el oxígeno y el latido se hace
fuerte, violento y pareciera que el
corazón se quisiera salir de tu pecho, hasta que pronto viene lo que se llama
la vuelta a la calma y es así entonces que con el Padre Jaime, uno corría con sus palabras para contarle sus
penas sus dolores y terminaba exhausto, cansado, pero lleno de esperanzas que todo tu descargo era oído con un corazón
conectado al tuyo y después de un
rato de meditación, de mirar los cerros,
o de contemplar el mar, y de analizar en su espiritualidad de hombre de Dios tu
problema, venía esa palaba o consejo mágico que tanto necesitabas y sobretodo
esa oración que liberaba el alma de los yugos humanos y sentías esa sensación
de libertad, con su bendición y
sonrisa, ya sin agitación, sin
dolor, sin penas, entonces marchabas a
ese lugar de oración del Santuario y en
el momento de la Santa Eucaristía, sentías que tu interior estaba pulcramente limpio, sin violencia, sin
tristezas, con los rencores ya olvidados y sin siquiera sus malos
recuerdos, y gracias a ese tiempo se
había preparado el mejor lugar de tu cuerpo,
tu corazón, para recibir el Sagrado Cuerpo de Jesús y disfrutar de ese
encuentro, porque allí estaba tu amigo, tu
compañero, tu amado Señor, que aliviaba con su presencia tus angustias y te
decía que no te preocuparas que eras perdonado y que tu vida sería siempre una
hermosa aventura y caminarías con ÉL con
un pasar feliz, y en eso el Padre Jaime, como instrumento del Señor, solo te
daba una palabra de consuelo y descubrías la misma voz del Maestro en sus
palabras, y te quedabas tan tranquilo, que hasta te dabas el tiempo de
mirar con ojos distintos el lugar donde se anidaban algunas aves mañaneras
o soplaba el viento levantando esas
benditas arenas y encontrabas lo que
tanto buscamos los hombres en la vida; ese momento de justa, necesaria y
merecida paz.
El Padre Jaime era querido por la comunidad toda. Yo lo
conocí casi en los últimos tiempos antes de partir de la ciudad; pero era el
cura de la energía y la dulzura plena.
Una vez fui, mucho antes de conocerlo, a
una misa a la Capilla de la Casa
de Retiros San José, (Sagrado Corazón), y ese domingo me quedé de pie, mirando
cómo la gente comenzaba a llegar atrasada
a la Misa mientras el Padre Jaime había comenzado hacia bastante rato la Santa Misa y ya casi se aprestaba para la
homilia del domingo en el que también regalaba
mensajes contundentes.
No me cayó “muy en gracia” cuando en medio de la comunidad y desde el lugar
desde donde predicaba el Santo Evangelio, les daba sus “raspacachos”, o
suaves llamados de atención con todas
sus letras, y quise pensar que se puso
un tanto terrenal y su mirada drástica y
su voz recalcaba frente a los feligreses
la necesidad de llegar a una hora prudente a la misa y antes de comenzar, tener un momento de
oración y reflexión guardando los silencios respectivos, y aquel que llegaba cuando ya el Evangelio
había sido proclamado, era mejor que se devolviera y viniera o fuera a otra Misa,
pues no era esto un “paseo de domingo”, sino un compromiso
de cristianos y una obligación de vivir con seriedad, “puntualidad” y entrega,
la Santa Misa. De hecho él llegaba muy temprano y preparaba su corazón y su mente para vivir la solemnidad del Santo Sacrificio de la Misa
y eran sus palabras siempre claras y
precisas, llenas de amor y sanos correctivos.
En esa idea entonces cuando concurrí a mi primera “Madrugada”, me
encontré con ese sacerdote. Me dije a mi interior: -Mmmm con quién me vine a encontrar…- Menos mal que llegué temprano, conociendo sus
propias ideas de estar siempre antes en
el lugar de la celebración.
Con el tiempo y gracias a mi Madrina
Zahira Suarez que me formó para un acto de
mucha solemnidad como lo fue mi “Alianza de Amor” con Maria, pude conocer también las bondades espirituales
de este dulce sacerdote y maestro educador por excelencia, que decía las cosas por su nombre pero que nos
proclamaba la “fe en la Divina Providencia” y nos preparaba para el más duro
combate diario de nuestros tiempos de labor interminable, permitiéndonos tener
fuerzas espirituales que nos acompañaran toda la semana hasta tener la nueva
oportunidad de oír sus sabias palabras en los Santos Evangelios.
Sé que me he extendido bastante.,
Pero no puedo dejar de nombrar su gran
alegría y entusiasmo cuando en una oportunidad
lo invitamos a nuestra humilde Capillita de soldados al interior de
nuestro regimiento, sirviendo de enlace la hermana de la “Familia”, Sra. Paulete, la cual me invitó también a que
acmpañáramos la Imagen de la “Virgen Peregrina” y organizáramos una procesión
desde el Regimiento hacia la Parroquia los Doce Apóstoles inicialmente en
caravana, y desde ese lugar caminar hacia el Santuario llevando la “Virgen
Peregrina” por la costanera de nuestra
ciudad para hacer de esa experiencia una invitación de amor y fe a nuestros propios vecinos en una lugar
que recién comenzaba a poblarse, con caminos de mucha arena, de tal forma que
en ese a procesión y caminata, él estuvo
también a nuestro lado orando a nuestra Madre Santísima con gran humildad y
sencillez, como todo lo que ocurre en esos lugares santos.
Cuando llegó el momento de su partida,
lo acompañaron al aeropuerto, un grupo selecto de personas que siempre encontraron en él, al
amigo fiel y al consejero ejemplar. Y entonces
se fue esa tarde y muchos quedamos con
la sensación y deseos de haberlo conocido más para haber compartido más y haber
disfrutado más de su presencia.
Encontrándome en un “Curso de perfeccionamiento”
en la ciudad de Santiago, en la Escuela de Suboficiales del Ejército, concurrí
una mañana de domingo al Templo Votivo
de Maipú.
Fue una oportunidad en que tuve la grata
ocasión de saludarlo y estrecharlo en un abrazo fraterno, descubriendo al sacerdote ejemplar y servicial y lleno de un carisma que lo hacía un hombre muy especial..
Lo de hoy sin duda es la noticia del día.
Se ha marchado, como todo en la vida.
Nos sentimos llenos de alegrías porque se fue
contento, como era su carácter.
Serio cuando había que serlo, pero también
lleno de amor y de bondad.
Yo sé que estará ahora presidiendo
alguna madrugada eterna con los nuestros que también partieron.
Quizás con los de su propia comunidad del
Santuario de Shoensttat se habrán reunido para recibirlo con esa alegría de
santos en la morada eterna.
Nosotros oramos por el hoy, y nos unimos para que su presencia entre los ángeles
nos permitan seguir creciendo y preparando el alma para cuando nos toque la
inevitable partida y en este recuerdo agradecerle su servicio, su amor su compromiso,
y la convicción de que será recibido en el regazo de su Santa Madre, por quien
también el Padre Jaime dio toda su juventud y su vida.
Esos son héroes que tanto necesita el
Señor y en este día lo recodamos con cariño.
Antofagasta 22 de Noviembre de 2021.
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