(Foto como Guías en la Misa del Jubileo de los 30 años del Santuario)
Carlitos Becerra
y su distinguida esposa Mónica Martin,
están en mi retina de joven apoderado del colegio San José, en los tiempos en
que mi esposa, también llamada Mónica, ejercía la docencia en ese colegio
católico regentado por los Padres Oblatos
de María Inmaculada (O.M.I.), y que marcaron
toda una época de servicio pastoral y evangelización en las Oficinas Salitreras de la pampa, y con
la imborrable presencia de su obra a través de la educación en la ciudad de
Antofagasta, primeramente en el antiguo edificio del colegio, ubicado en la Avenida
Brasil, donde tuvo un primer establecimiento con régimen de internado
y luego en el conocido sector aledaño a la calle Galleguillos Lorca donde ha estado y permanece desde muchos años con un sistema de educación que ha favorecido a
muchas personas de todas las condiciones, siguiendo el lema de su fundador
Eugenio de Mazenod, “ID Y EVANGELIDAD A
LOS POBRES”.
Por ese tiempo Don Carlos, para
quienes estábamos lejos de conocerlo personalmente, cumplió importantes roles
en su compromiso personal con la Evangelización, por su carisma y forma de ser, fue un distinguido miembro y Presidente del Centro General de
Padres y Apoderados del colegio San José, en varias oportunidades reelecto, diría yo muy carismático, querido, respetado y seguido por ser un hombre transparente y digno de
confianza, con una personalidad en la que irradiaba su gran voluntad y espíritu de servicio y con una
capacidad de expresión y elocuencia
que llegaba a todos los que servíamos
como apoderados. Fue en esa época un gran Presidente a quien la comunidad del Colegio respetaba y
apreciaba por sus naturales condiciones de liderazgo en las que siempre pero
siempre, estuvo acompañado de su distinguida esposa Mónica, siendo un ejemplo
de matrimonio, una pareja de esas que uno
ve en ellos el sueño del amor convertido en realidad, y con las
cuales dan ganas de estar unidos en una amistad más profunda para
aprender de ellos y conocer más de sus
vidas, lo que a veces no resulta muy fácil porque no existe la oportunidad y
solo se mantienen esas relaciones naturales de encuentros derivadas de las
funciones que se ejecutan en el compromiso
y servicio a la comunidad y con la cual deben orientar sus funciones al
servicio de quienes han confiado en sus capacidades.
Más tarde en mi vida militar, supe de su trabajo profesional cuando en algunas
oportunidades, sirviendo yo de asesor directo del Mando del Regimiento, llegaban esos documentos de preocupación
constante por el empleo de las armas en
los sitios arqueológicos y que requerían una mayor atención institucional y
militar en la protección de esos
espacios, que eran y que son parte del patrimonio de nuestra cultura regional y nacional y entonces, como ocurre en esas asesorías, sin
conocernos cruzábamos cartas y documentos en los cuales avalábamos sus
preocupaciones y seguíamos sus
orientaciones, más aun cuando quien podía
dar alguna opinión sobre su preocupación y liderazgo influenciaba de una u otra forma para
responder con la misma caballerosidad que a él lo caracterizaba, siguiendo sus consejos, solicitudes y cumpliendo las
normas a fin de llevar lo que nunca debe
faltar en las instituciones y organismos: las buenas relaciones que nos
hacen ser seres e Instituciones de servicio y que trabajan en distintas áreas, pero que mantenemos
objetivos comunes en bien de la sociedad en general.
Hace más de veinte años, por esas circunstancias de la
vida, en las acciones que emprendemos en
la vida al servicio de Cristo y su Santa Iglesia, llegué al
Santuario, (lugar desconocido para mí, el que veía a veces desde lejos y en el cual las respuestas ante la duda de qué era ese lugar, oí muchas veces decir: "Esa es la Iglesia de los alemanes) por dos situaciones bien específicas: Una por la invitación de un
oficial que participaba en la naciente
agrupación de los Madrugadores y que era un grupo reducido de fieles que concurrían de madrugada al Santuario, entre los cuales me
entusiasmé a seguir participar por mla acogida que significó para mí encontrarme en ese hermoso lugar, y además, con una segunda gran tarea, pues entre aquellos Oficiales comandantes que a veces se van mudando
de ciudades siendo reemplazados cada
dos años por nuevos lideres que deben dar continuidad a las obras del mando
militar, lo que hace muy bien experimentar
pues no hay posibilidad que una persona se
sienta única y dueña de su puesto de mando, sino que por el contrario,
cada una llega por determinado tiempo a entregar sus capacidades al servicio de
la Institución, llegó como Oficial
Comandante del Regimiento el entonces coronel Hernán Toledo con su esposa
Paulette, y en ese sentido, aparte de engranar
muy bien en las actividades pastorales al contingente de la Unidad Militar con ellos, por su
condición de integrantes de la familia, se programó un gran trabajo de servicio voluntario al Santuario, el cual tuve la suerte de dirigir con
mis soldados de entonces y trabajamos en los arreglos de los parques y jardines, sacando escombros, basuras y
plantación de árboles en el sector de la "Piedra del Padre", ("Piedra" de gran tamaño de alto contenido en cobre, que nunca debemos olvidar que fue instalada allí por las gestiones de Carlos Becerra), y desde ese instante nunca más dejé de ir a ese
lugar, integrando posteriormente la campaña de la Virgen Peregrina y materializando mi Alianza con la Virgen en ese
inolvidable encuentro.
Y fue en ese lugar donde nuevamente
se cruzaron nuestras vidas con don Carlos y su esposa Mónica, conociendo en
ellos su gran espíritu de servicio, su invariable sencillez y personalidad y su
tremendo compromiso con la obra de la Evangelización participando activamente
como miembros de la familia de Schoenstatt en la rama de matrimonios, y siendo de esos pioneros que nunca debemos
dejar de apreciar y reconocer, pues sembraron en medio del desierto , con esperanzas pero sin recursos, y abundando en ellos su gran espíritu
y confianza de que la Mater estaría
alguna vez en ese lugar sirviendo como luz de vida a la espiritualidad de las
almas que tantas veces buscan y no encuentran y dándoles ese toque mágico y
divino que nos hace tan bien para nuestra vida interior en este especial lugar.
De modo que desde allí surgimos en
la semilla de los Madrugadores, en una nueva etapa, participando con los antiguos integrantes de
la familia recordando con cariño a René Yung, Jorge Torres, Patricio Mora, Claudio
Jeria y el tremendo Carlos Becerra, todos ellos entre los primeros Madrugadores
y conectados con la misma espiritualidad Mariana que hasta hoy nos une al
Santuario.
Ha sido un tiempo enriquecedor
conocer la bondad y transparencia de las
personas de quienes hoy me atrevo a
hablar, con el claro convencimiento de
que conozco de ellos su gran
espiritualidad y ese compromiso que
nunca han dejado de lado, permaneciendo fieles en todo tiempo y circunstancias.
No ha de ser fácil un nuevo comenzar.
La vida a veces nos ofrece renuncias que van más allá de lo que amamos y deseamos, pero los caminos de Dios son tan insondables y debemos tener fuerzas para asumir que hoy les toca vivir esta nueva etapa, que fortalecerá en ellos su gran servicio y voluntad y no nos cabe dudas que este terruño, donde “brilla el sol de Cristo”, les acompañará en esos verdes campos de Quilpué, donde sus mañanas serán más frías, menos soleadas, pero nunca en soledad, pues llevan en su corazón todo el compromiso de haber servido con todas sus capacidades, voluntad y fuerzas, a establecer los cimientos básicos y fundamentales, de lo que es hoy el Santuario que crece y cada día, se desarrolla, y que está pasando en estos instantes por algunas pruebas que debemos todos enfrentar, pero además, que son la clara voluntad de que nuestra santa Madre María quiere, permanecer presente en nuestras vidas, y desde allí regalarnos lo que ella con tanta generosidad nos puede dar y que actúa en nuestro corazones y voluntades para seguir optimistas frente a los vacíos de la vida para alcanzar con mayores bríos esa necesaria oración de conquista para el crecimiento de este lugar que nunca podrá ser de un grupo limitado ni de una elite seleccionada, pues María está en el corazón de todos, y el pueblo de María está en sus peregrinos, en sus misioneros, en sus madrugadores en los miembros de la familia, y en todos los que nos decimos cristianos, en los que pueden pertenecer a otros movimientos eclesiásticos en que el único valor que nos une es Cristo, en otras corrientes y carismas, pero María es el Sol de todos y el Santuario debe ser un lugar para todos y con personas como Carlos y Mónica, que han sabido permanecer, aportar, sacrificar y servir, son nuestro mejor ejemplo para los nuevos caminos que debemos recomenzar a reconstruir, recordando sus ejemplos de entrega, sacrificio y voluntad que permanecerá siempre como el mejor testimonio de ellos, para con nosotros.
Se llevan también eso intangible que nace de la profundidad del alma, que se nutre en el interior del corazón y que se llama cariño, afecto, respeto, reconocimiento y los mejores deseos para un nuevo recomenzar con las mismas esperanzas y sueños de toda una vida, la que continúa y se mantiene enhiesta hacia nuevos desafíos y nuevas oportunidades, pues los sueños nunca dejan de ser eso, y nunca podemos dejar de creer que podemos siempre de nuevo comenzar.
Hay muchas obras silenciosas que
quedaron allí para todos. En esas largas jornadas en que juntos pudimos
compartir el trabajo sacrificado y manual, que no todos tienen la voluntad o
capacidad de entregar o ejercer, brocha
en mano, espátula, pintura, pincel y
voluntad, estuvimos mañanas de semanas
completas hermoseando todo lo que pudiéramos para rescatar y proteger en el justo mantenimiento de los bienes
materiales que empleamos para nuestra vida espiritual, en el Santuario,
Fueron muchas horas de abnegado trabajo en la restauración y conquista de las
estaciones del Vía Crucis, en los detalles múltiples que siempre hay que asumir
para solucionar. Sabemos del entusiasmo de Carlitos Becerra, cuando compartiendo
nuestras Madrugadas, llegaba con su propuesta sana y llena de entusiasmo para
rescatar la obra de la profesora de
artes Rosita Arce, y él mismo idear una forma común para todas las estaciones,
asumiendo su confección, pintura y trabajo
con mucha dedicación y cariño, incluso asumiendo los costos que todo eso conlleva sin pedir, y ni siquiera aceptar
ayuda económica cuando algunos pudieron aportar y entregar para alivianar la pesada carga de
los proyectos emprendidos, don Carlos prefirió
renunciar y dejar esos pocos dineros
reunidos en la caja común del Santuario
y mostrarnos con su generosidad que debemos esforzarnos “hasta que duela”, para
estar disponibles siempre allí, trabajando en el esfuerzo físico por mantener y
cuidar lo “nuestro”, lo que con tanto amor hemos heredado como fieles practicantes
de la fe.
Un claro ejemplo de nobleza y
entrega generosa y comprometida que nos debe servir como ejemplo para continuar
nuestro peregrinar por la vida, entendiendo que nuestra mejor opción es hacer las cosas con amor, y siempre
pensando en marchar por los caminos de hacer el bien, de darse sin límites, y donarse, y aceptar la voluntad divina del Padre, siempre de la
mano de la Santísima Madre, para que nunca nos sintamos solos y siempre podamos
sentir que estamos acompañados de la mejor de las madres, la Madre de nuestro Señor
que es también nuestro hermano.
No
será posible llenar ese espacio que nos dejan, estarán espiritualmente
en cada domingo con su finura, su servicio,
voluntad y deseos de participar en la Santa Eucaristía, la mayor de nuestras
fiestas, el culmen de la Vida Cristiana, y
sentiremos que siguen con
nosotros sabiendo que allá donde el destino les lleve, sus corazones viajarán
por esos pequeños espacios que son las distancias, que siempre permanecen
unidas donde el corazón desea, y será ese punto de encuentro el Santuario de
Antofagasta, donde cuarenta años de vuestras vidas fueron un suspiro, un rápido
acontecer, un pasar ligero y
raudo como el viento y quedaremos todos
encantados de haber compartido
estos hermosos años y sintiendo que a pesar de la ausencia momentánea seguimos
unidos al mismo tronco de la familia de Antofagasta para que nunca dejemos de amarnos, saludarnos y
desearnos mutuamente los mejores regalos de la vida que son los caminos que nos
muestra cada día el Señor con todo su amor
y gran Misericordia.
Gracias a ustedes por tanto que nos dieron,
por esas inolvidables mañanas de oración y encuentros, por esa cordialidad y alegría
y ese servicio permanente, sin jamás oír una queja, un disgusto o una mala
palabra, siempre sirviendo como buenos cristianos,
sirviendo al prójimo, con todo el sentido de lealtad, respeto, unión e inconmensurable sentido del amor.
Gracias Carlitos y Mónica, hermanados por María hasta el fin de la vida….Sus amigos de Antofagasta.
FOTOS VARIAS DE LA MISA OFICIADA POR MONSEÑOR IGNACIO DUCASSE QUE BENDIJO AL MATRIMONIO DE CARLOS BECERRA Y MONICA MARTIN, EN SU DESPEDIDA.
(Fotos personales y aportes de la red.)
Fotos de la red de wsp de Nelson, Alejandra, Anita Maria y varios Despedida...